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Lucas Bravo se cargó a Pedro Martínez

Rafael González Morera

Las Palmas de Gran Canaria —

La afición al baloncesto, los incondicionales del Gran Canaria, se han visto sorprendidos por la decisión del club (léase Lucas Bravo) de no renovarle a Pedro Martínez después de cinco temporadas de excelentes campañas, y de memorables partidos que están en la mente y en la retina de todos los que acudían al Centro Insular de Deportes y ahora al Gran Canaria Arena. Este ciclo ha sido inolvidable, 22 victorias en la liga regular, lo que significó la quinta plaza, aunque no fueron semifinalistas como el año pasado, quedaron en un excelente séptimo lugar.

No tendría nada que criticarle a Lucas Bravo su decisión de no renovarle a Pedro Martínez fuese puramente deportiva, pero todos los datos que me llegan hablan de una represalia política, porque desde el punto de vista técnico el director deportivo, Berdi Pérez, es partidario de su continuidad, y también el presidente, Joaquín Costa, aunque en el caso de Joaquín, por desgracia, reina en el Gran Canaria pero no gobierna. Y decimos por desgracia porque Joaquín sería un excelente presidente si tuviera las manos libres para dirigir al club y tuviese un poco más de carácter.

Los que han sido partidarios de no renovarle a Pedro Martínez han sido Lucas Bravo y el gerente del Gran Canaria, Alberto Miranda, que es la voz de su amo y hace siempre lo que le dicta Bravo, quien siente animadversión hacia Pedro Martínez por su activismo en las redes sociales y sus simpatías por Podemos, y ya no valen sus excelencias como técnico, le condena el pensar como persona y tener otras opciones políticas que el fascismo de Lucas Bravo de Laguna, que tiene un palmarés de despropósitos que ahora no voy a recordarles a mis amables lectores que estoy seguro están impuestos en todos ellos. Por no entrar de nuevo en todo lo relativo al sumario de Brisan, basta poner como ejemplo que ha querido fiscalizar y censurar hasta los libros que leen los jóvenes en Santa Brígida. Nombrarle al Niño Bravo a Federico García Lorca, Miguel Hernández, o a otros escritores de izquierda, es nombrarle al diablo.

Pero en el caso que nos ocupa de Pedro Martínez no se trata ya de si es un buen o mal entrenador, se trata de marginar y perseguir al que piensa distinto de este sátrapa que estoy convencido terminará mal políticamente dada su juventud y todo lo que le queda por delante.

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