Espacio de opinión de Canarias Ahora
Miénteme otra vez, Sam
Sorprendentemente los peritos domésticos de las asociaciones de consumidores nos indican antes de empezar las rebajas la cuantía exacta de lo que vamos a gastar en ellas, pero los otros grandes expertos, esos economistas de salón, multinacionales, fundaciones, universidades y bancos, no han sido capaces de advertirnos con suficiente antelación de la venida de la crisis de caballo que padecemos.
Las crisis económicas son psicológicas. Lo que hace subir y bajar la bolsa es el optimismo y pesimismo de los inversores, no tanto el valor material de lo que venden y compran al instante. Quizá por eso esté justificado inflar la ilusión en estos días.
Los padres, hipotecados hasta las cejas, llevaron a sus hijos a la cabalgata de reyes para no quitarles lo único que no cuesta dinero: la ilusión. Lo que sí cuesta es materializarla. Si esos niños crecen desilusionados y sin esperanza, sin duda la sociedad de mañana será peor que la de hoy. Por eso, sus padres (que son los reyes, y no los reyes los padres) se han vuelto a arruinar un año más.
Es posible que ese padre no tenga hoy ni para pagarse el café de media mañana en su trabajo. Es probable que esa madre se haya quitado de algunos pasatiempos improductivos y algunos vicios inconfensables para cuadrar las cuentas a final de mes. Lo más seguro es que hayan hecho un esfuerzo sobrehumano para hacer de tripas corazón frente a sus hijos y que éstos, ajenos a la crisis, jamás se enteren.
Porque cuando esos niños de hoy tengan edad de comprender las cosas seguramente ya la crisis, esta crisis, habrá pasado, aunque sin duda llegará otra, que sufrirán en silencio, como las hemorroides, para no asustar a su prole. Es ley de vida.
Los padres siempre engañamos a nuestros hijos para contentarlos y crearles una vana ilusión más piadosa que festiva. Los engañamos como venganza por las mentiras de nuestros padres que hace décadas soportamos muy a gusto por estas fechas. Inventamos la navidad comercial para hacerles creer que hay otros mundos, otras vidas.
Si en la propia familia te enseñan desde chico que está justificado mentir, es lógico que a la sociedad le parezca razonable que también se premie el fraude y la estafa, el cohecho y la prevaricación, los mariocondes y los luisroldanes, los beneficiados del camino a Marbella o la ruta del salmón. Tonto el último.
Paradójicamente educamos a nuestros hijos en la verdad, incluso los creyentes toman el nombre de dios en vano para buscarla y anteponerla ante todo, pero luego esos mismos padres cristianos inician a sus vástagos en la más superlativa mentira, haciéndoles creer que unos seres antediluvianos o intergalácticos vienen cada año a premiarlos con juguetes si se han portado bien.
A los padres, por mentir a unos seres tan inocentes de forma reiterada, los reyes les debieron dejar carbón.
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