Oro caprichoso

Pero, ni de coña, oigan. Una vez más –y en esta ocasión de modo especialmente vacuo y grandilocuente- la Cámara legislativa autónoma se aleja fantasiosa y ególatramente de la opinión y de los sentires de las gentes y se dedica al más estúpido, hueco, inútil y demencial de los autobombos, Salgan a las calles sus señorías y pregunten a los primeros transeúntes con que tropiecen los nombres de los presidentes parlamentarios de nuestra historia autonómica. Nadie, salvo los propios políticos y la clase periodística, por obligación, los recordará. Pocos sabrían siquiera quién ocupa hoy la titularidad de ese cargo. Para más inri, ninguno de esos presidentes será recordado –especialmente Bravo de Laguna y el mismo Mato- por su imparcialidad y por haber sido árbitros brillantes y ejemplares en situaciones de trascendencia para el futuro de estos peñascos. ¿A qué viene pues ese paripé del dorado reconocimiento institucional?... Ellos se lo guisan, ellos se lo comen, ellos se condecoran. Y, a lo peor, convencidos de que había méritos objetivos y suficientes para justificar la sonrojante comedia.

José H. chela