Dos pájaros de mal agüero

No es ninguna broma macabra y eso lo saben bien los pilotos de aviación. Con el aeropuerto de Barajas funciona la empresa “Alcándara de la Matilla”, que se dedica precisamente a ello: son los mejores especialistas españoles en cetrería y disponen de una unidad de control de aves con rapaces, compuesta por halcones, harris y azores. Lo que no puede controlar el hombre técnicamente sólo lo puede hacer la Naturaleza y ellos son los mejores aliados del avión en los decisivos momentos de aterrizaje y despegue. Su “flota” son 78 rapaces que con su sola presencia ahuyentan a todo tipo de bandadas que se “cuelan” en el espacio aéreo de Barajas, “marcan” su territorio. Pero el 20-A dos “intrusos” burlaron la vigilancia de “Berenguela” y “Ginebra”, que así se llaman dos de estas aves de caza. Los especialistas de “Alcándara de la Matilla” las levantan con hambre, para que así agudicen el ingenio, y no sólo ahuyenten aves despistadas: también lo hacen con liebres y conejos que pueden merodear cerca de las pistas y que sin saberlo se convierten en posibles presas de otras aves. La recompensa a los halcones, si son eficaces, es sencilla: más alimento y un día “extra” de descanso.

Siempre en contacto con la torre de control, los cetreros de “Alcándara de la Matilla” no vieron a los dos pájaros que se colaron en Barajas ese día. Tampoco son infalibles y el destino que tanto intentaron descifrar los clásicos, hoy ha quedado en desuso: Dios no juega a los dados, como decía Einstein. Cuando Marcelle Parmentier, viuda del famoso biólogo y periodista Félix Rodríguez de la Fuente, creó esta empresa de cetrería, trasformaba aquel fabuloso legado de su marido en una extensión que ha salvado seguramente muchísimas vidas y haciendas sin que nadie le haya dado nunca las gracias. Pero el 20-A se colaron en Barajas dos pájaros de mal agüero y además el viento cambió y la técnica falló. Un cóctel de infortunios imposible de superar.

Federico Utrera