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Palestina inolvidablemente

Carlos Juma / Carlos Juma (*)

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La voluntad decidida de los palestinos de luchar por sus derechos claramente expresados y respaldados por la inútil pero única organización internacional que responde a las siglas O.N.U. persiste de manera continua a pesar, y no a causa de la muerte por envenenamiento de Arafat.

Intentaron por todos los medios a su alcance, incluido el terrorismo de estado, liquidar el símbolo del pueblo palestino, pero más pudo la asistencia cómplice de la traición sumada a las perversas y asesinas manos que le llevaron a su final físico.

Liquidaron a un Nobel de la Paz, Rabín, a manos de los propios judíos y asesinaron vilmente al otro, Arafat, ambos encadenados en la idea de la paz de los valientes.

Y así, deslegitimando la laicidad de la revolución palestina y dejándola en manos de extremismos religiosos, el asunto va de mal en peor, como no podía ser de otra manera.

Obsérvese como hemos hecho una transición amparada en gobiernos legítima y democráticamente elegidos absolutamente dirigida hacia los fines execrables.

Me da exactamente igual quienes sean las víctimas; que alguien me diga de que color es la sangre de judíos o de palestinos y por medio de qué método vamos a llevar a cabo la distinción. Vida y Libertad son principios sagrados que jamás deben arrodillarse.

Mientras persista el agravio constante del sionismo que debió desaparecer el mismo día en que alcanzaron el objetivo de implantar un estado por y para los judíos, por la graciosa concesión y ridícula malversación de las palabras testamentarias que mezclan el culo con las témporas, la religión con la política, habrá una resistencia legítima, desigual, en inferioridad de condiciones, humillada constantemente y diana del hazmerreír del consejo de seguridad de la ONU.

La eterna culpabilización de la víctima y las plañideras judías en sus extensos y amplias zonas de poder

No habrá paz jamás en Palestina mientras la ecuación no se resuelva al amparo de la única esperanza de nuestro pueblo: LA JUSTICIA.

Mi edad es justo la medida de los años de la desgracia de los palestinos y la llevaré hasta el fin de mis días haciendo de cada día un himno a la resistencia, a la búsqueda inagotable de la Justicia y por ende de una Paz simétrica.

Mientras exista un niño que no pueda jugar, ni soñar, huérfano de sus asesinados padres a manos de los que proclaman su victoria pisando con sus botas el cadáver de un palestino como pieza de cacería abatida, no me llamen para estrechar la mano de quién tiene permanentemente el puño cerrado.

Es un asunto basado en la dignidad del pueblo que tuve el honor de representar y servir.

Mi querido Arafat, mi amada Palestina, hijos de mi otra patria que comparten conmigo la españolidad de nuestra cuna, sigamos adelante, cada cual en su trabajo y quehacer diario con la palestinidad que pretenden borrar de nuestras almas el encarnizado sionismo.

¿Palestinos? ¿que son palestinos? Dijo Golda Meir.

Palestino soy yo, 63 años después, palestino es mi otro pueblo que soporta una ocupación eterna.

No está en manos de los sionistas nuestra desaparición ni de los nuestros que se venden por un plato de lentejas. No tienen ni tendrán jamás poder alguno por simple regla genética, la Ley de Hardy y Weimberg, que nos haga desaparecer.

El fin no depende de nuestros enemigos, depende exclusivamente de nosotros. De renegar de nuestra sangre y raíces. No es cuestión de vencedores y vencidos, es simple y llanamente un elemental sentido de la Justicia.

Hace cinco años me despedí de la presidencia de la Comunidad Palestina en Canarias y hace seis años que despedimos a Arafat.

Para él mi memoria viva y para los palestinos que nacimos en Canarias la roca viva con la inscripción “Palestina vive en Canarias”, y el olivo que crece lenta pero vigorosamente como símbolo de Paz a la gente de buena voluntad en la cima de la Montaña de Arucas, vigía de los cuatro puntos cardinales.

* Ex-Presidente y Cofundador de la Comunidad Palestina en Canarias

Carlos Juma (*)

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