Perder los papeles

Cristóbal D. Peñate

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Los independentistas catalanes han agradecido muy mucho a la derecha y la ultraderecha españolas su incalculable y dadivosa colaboración para internacionalizar el sempiterno conflicto identitario territorial y el debilitado procés. La derecha española tiene eso: que cada vez que se debilita el independentismo, le insufla más fuerza para recuperarse. 

 No es casualidad que el independentismo catalán se haya reforzado y crecido con los gobiernos nacionales de derecha de Aznar y Rajoy y se halla desinflado con los de izquierda de Zapatero y Sánchez. Muchos años llevaban los soberanistas de Cataluña intentando que su reivindicación traspasara la frontera para implicar a instituciones internacionales. Y ahora lo han logrado gracias a la participación estelar del PP, Vox y Ciudadanos, que han logrado que el pleno del Parlamento Europeo haya tratado sobre la famosa amnistía que aún no existe pero de la que todos hablan como si ya existiera. 

 La derecha y la ultraderecha españolas lograron que se celebrase una sesión del Parlamento Europeo en Estrasburgo para debatir sobre la hipotética futura amnistía que han acordado el Partido Socialista y Junts per Catalunya como condición sine qua non para conformar el Gobierno de España después de apoyar la investidura.

 Los soberanistas catalanes no pensaron nunca ni por asomo que sus verdaderos socios cómplices iban a ser los españoles que más los odian. Desde el odio cerval y troglodita de Vox hasta el liberalismo conservador y casi ultra de Ciudadanos. El PP está ahí en medio de dos socios incómodos, haciéndoles también de paso un favor tribal a Puigdemont y Junqueras. 

 Los independentistas catalanes llevaban tiempo queriendo internacionalizar el conflicto y lo han logrado precisamente gracias a sus enemigos más acérrimos representados en Feijóo, Abascal y algún representante de Ciudadanos antes de su desaparición total. 

 El ridículo de estos tres partidos de la derecha española esta semana en el Parlamento Europeo fue esperpéntico ya que de los 705 eurodiputados apenas acudió una décima parte, la mitad de los cuales eran españoles. Está claro que a los europeos de los otro veintiséis países de la Unión les importa un comino qué va a pasar en España con la tan cacareada y manipulada amnistía que aún no está aprobada porque no está redactada. 

 Esto debe parecer a los europeos algo muy propio del surrealismo español y por eso no se molestaron en acudir a la sesión que celebró la cámara en Estrasburgo. En todo caso, lo que sí ha quedado claro para toda la Unión Europea es que la derecha española no sabe perder. 

 Tan absurdo es aseverar que la futura ley de amnistía será inconstitucional, como hace la oposición, como afirmar categóricamente lo mismo hace unos pocos meses por parte de miembros del Gobierno. Tanto unos como otros son unos bocazas porque nadie puede determinar que una amnistía es inconstitucional antes de que se conozca la ley. Y además, después de su conocimiento el único que puede dictaminar su encaje en la legislación española vigente es el Tribunal Constitucional. Todo lo demás es marear la perdiz e insistir en una absurda discusión bizantina.

 Hablan y se llenan la boca de la separación de poderes pero los políticos están todo el tiempo metiéndose en un poder que no les incumbe, igual que hay jueces pirados que se permiten llamar “psicópata sin límites éticos” y “narcisista patológico” al presidente de España. Más o menos el mismo insulto que profiere Feijóo cuando atribuye miserable y alegremente una enfermedad mental a Sánchez. 

 Sin embargo, en el PP no se ponen de acuerdo para definirlo. El eurodiputado González Pons afirma que Sánchez es el Víktor Orbán del sur de Europa pero no añade que el presidente húngaro ultra pertenece al mismo grupo político europeo que el PP. Como el partido gobernante en Polonia, al que también se le atribuyen injerencias en la Justicia. 

 También es del Grupo Popular el comisario Europeo de Justicia, el belga Didier Reynders, que se limitó a decir que la aprobación de la ley de amnistía es un asunto nacional de España en el que no puede injerirse la Unión y que como hace siempre con todas las leyes las estudia y examina sin rectificarlas. 

 La derecha española se pone muy nerviosa cada vez que está en la oposición. Su impotencia la transforma en pataleo y frustración. Está claro que no sabe perder. Lo único que pierde siempre son los papeles. 

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