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Rebelión en Kenia

Rafael Morales / Rafael Morales

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Mwai Kibaki despertó grandes esperanzas cuando ganó las elecciones en 2002. Sacaba del poder al partido (KANU) que gobernó desde la independencia en 1963 con solo dos presidentes durante tan largo periodo, Jomo Kenyatta y Daniel Arap Moi. La lucha contra la corrupción y la pobreza constituyeron los ejes de su campaña. Kenia, considerada una de las economías más avanzadas del continente (turismo, café y té como principales fuentes de ingresos) vivía las consecuencias de los planes de ajuste y las privatizaciones impuestas al país desde el exterior. No quiso o no pudo cumplir cualquiera de sus promesas porque tampoco abordó reformas capaces de reducir las fracturas sociales.

El experimentado Kibaki dilapidó la confianza de los ciudadanos en apenas cinco años de gestión. Presumía del crecimiento económico, por encima del 5% el último año, pero ese dato no mejoró otros. Por ejemplo, el 10% más rico controla más del 42% de los ingresos, la pobreza alcanza al 52% de la población con ingresos menores a dos dólares diarios por persona, la inflación trepó hasta el 11%, el desempleo acosa al 40% de la población activa, la deuda externa (verdadero lastre para el desarrollo) asciende a 6.675 millones de dólares, la corrupción permanece como una enfermedad que tiñe impunemente al conjunto del país.

Que los kenianos de todas las etnias mostraran su desilusión por medio de las elecciones estaba descontado. La derrota del ilustrado Kibaki, previsible. Este viejo dirigente dispone de una biografía política siempre marcada por su disposición a llegar al poder para no soltarlo. Dicen que fue un juramentado del movimiento clandestino Mau Mau, basado fundamentalmente en la comunidad kikuyu, donde combatió sin contemplaciones a los británicos. Desde los años sesenta participó en las listas electorales del KANU, trabajó en múltiples ministerios tanto con Kenyatta como con Arap Moi. Ejerció como ministro del Interior cuando (1982) el presidente Arap Moi estableció el sistema del partido único. Un tiempo terrible por la represión desatada contra los opositores. Apenas restablecido el multipartidismo (1991) bajo la presión de las organizaciones populares y los proveedores extranjeros de fondos, Kibaki olfateó lo mejor para su futuro. Se anunciaba una hoja de ruta hacia la democracia. Dimitió del Gobierno, salió del KANU y fundó su propia formación política.

En las elecciones de 1992 quedó en tercer lugar, con el 19.4% de los votos, llegando al 31.1% y el segundo puesto en la convocatoria de diciembre de 1997. Estableció un tejido de alianzas basadas en una especie de frente unido para sacar al KANU del poder. Kibaki logró el objetivo de su vida en las elecciones de 2002 con un impresionante 62.2%, una victoria sólo oscurecida por un 44% de abstenciones. Es posible que la amplitud de sus consensos y alianzas haya paralizado la aplicación de sus promesas. Suele suceder. Debe irse a casa si perdió, en lugar de disparar a matar contra los ciudadanos que se sienten engañados por su gestión y votaron para sacarlo del poder.

Rafael Morales

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