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El relativismo de Rajoy

José A. Alemán / José A. Alemán

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Rajoy habló, en rueda de Prensa, de lo que pretende imponer a las comunidades autónomas a través de esos órganos para reducir el déficit público: un techo del gasto no financiero, el recorte del número de consejerías autonómicas hasta un máximo de diez, drástico ahorro en publicidad y representación, transparencia, etcétera. No especificó mucho más, nada en realidad, y caben dos preguntas relacionadas: si considera necesario meter en cintura a las comunidades, ¿por qué no se puso serio con las que el PP ha gobernado durante los últimos ocho años, con lo que hubiera ganado ahora en credibilidad? ¿No será, segunda pregunta, que bloqueó las iniciativas psocialistas en ese sentido, no fuera Zapatero a apuntarse el tanto de la austeridad?

Creo legítimo pensar que Rajoy ha procurado impedir medidas psocialistas que interesaban objetivamente a los intereses generales porque no le convenía un éxito psocialista. No es sospecha infundada por su congruencia cuasi lineal con la estrategia de oposición del PP caracterizada por el obstruccionismo permanente y la negativa a arrimar el hombro al grito de Zapatero, malo, ante el temor de que consiguiera resolver algún problema.

La misma tónica se observa respecto al evidente despilfarro autonómico en representación y publicidad. No ha abierto jamás la boca a pesar de ser la red Gürtell de las principales beneficiarias y la que añadió al desmadre fuertes dosis de corrupción; en Madrid y en Valencia, sin ir más lejos. O en Canarias, en relación al Grupo Europa que anda por ahí a la espera de si, por fin, los resultados electorales equivalen a absoluciones en cadena.

En cuanto a la transparencia, a la que también acaba de referirse Rajoy, qué voy a decirles. El Gobierno valenciano colecciona condenas del Tribunal Constitucional por negarle información a su oposición parlamentaria sobre contratos y adjudicaciones. Camps no acató las sentencias y sigue manteniendo las zonas oscuras de su relación con Gürtel, en alguna medida iluminadas por las investigaciones judiciales. Rajoy nunca le llamó la atención ni dejó de bendecir la gestión de Camps, de la que hizo siempre encendidos elogios. ¿Hay alguna razón para pensar que dejará de reírle las gracias en adelante?

Rajoy está ya, como Rubalcaba, en la precampaña de las elecciones generales del año que viene. Es lógico que trate de aprovechar las bazas del poder autonómico acabado de conseguir. Lo que resulta legítimo aunque, a la vista de lo no hecho durante ocho años y del papel mojado de los códigos éticos del PP, también es lícito considerar sus propuestas fuegos de artificio y dejarlas en la nevera a ver si no se echan a perder. De todos modos, admito que ha sido austero al recurrir a la rueda de Prensa para su propaganda política: es más barato que encomendársela a Gürtel.

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