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Retorno a la España de la pandereta y el bodrio

Antonio Ortega Santana / Antonio Ortega Santana

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No deja de ser llamativo que un documental elaborado por un ingenioso productor, haya hecho tanta mella en los más variados estamentos de una sociedad, que quizás sufra de hartazgo de una clase política enfangada hasta el cuello en corrupciones y prevaricaciones, vistas con cierto agrado por aquellos que sienten verdadera devoción no, por los presuntos delincuentes, sino por sus modus operandi, para transmitir a la sociedad una imagen pulcra, una inmaculada conciencia, que tiene viso de llevarnos hacia la época cavernaria, visto los modos y las formas de actuar tanto de los presuntos, como los responsables de hacer cumplir las leyes y las formas de vida que nos hemos dado los españoles, y que tanto sudor y lágrimas costó.

La princesa del pueblo, ya no es Letizia Ortiz Rocasolano, aquella frágil presentadora de la TVE, que enamoró hasta los republicanos de conciencia, por ser una hija del pueblo, muy alejada de la jet set, que cautivó y llevó a los altares al heredero de la corona de España. Hoy es otra princesa, también salida del pueblo, ésta sin pasar por la universidad; que a base de exabruptos y enfrentamientos verbales, más propios de las chichilonas napolitanas, ha cautivado, primero, a sus vecinos de esa colmena que es el Gran San Blas madrileño, olvidado por la marquesa de Biedma y sus “amigos” de la Gürtell, que poco podrán sacar de tantas familias que perviven, el día a día, y donde el paro es el calvario de las mismas, incluso los hermanos de la Belén, por cuyo motivo éste princesa de las fantasías desea votar a D. Mariano, pues entiende que será quién le de trabajo a los suyos, y le suba la pensión a su querida madre. Esta princesa reboza humanidad por todos lados y defiende a muerte a los suyos y es lógico que le encante la sonrisa, formas y maneras del Sr. Rajoy, y que apueste por él para ocupar la Moncloa.

El fenómeno no es extraño, lo tenemos al otro lado del Atlántico, en esa América hispana tan entrañable, donde los “humoristas” de la política se han hecho con el poder y la influencia. Hoy, fruto de la España de la pandereta a Belén le llaman princesa, aunque sea por un corto periodo, y por vivir en una España democrática, que sin compartir sus “alegrías”, se las tolera. Pues ya se encargarán los medios del “cotilleo”, muy dados a la crueldad, a participar a sus ávidas lectoras, de las andanzas de Belén, desde su im-presionante primer amor, su Jesulín que se la llevó de hotel; y sin quererlo le ha catapultado al estrellato de Tele-5, con todos esos “trajines” por los que la telebasura paga verdaderos pastones y narcotiza los cerebros de un alto porcentaje de españoles.

Ello me trae a la memoria épocas pretéritas. Aquellos bufones de la corte, que hacían reír tanto a reyes, reinas y concubinas y que tenían sus influencias, dentro de los corrompidos círculos de la nobleza.

Éstos episodios propios de una opera bufa, deberían hacer pensar a los “profesionales” de la política que lo que acontece es sólo fruto de sus formas y maneras de interpretar el sentir de los ciudadanos, que en su día, depositaron su confianza en las urnas; y que ya podrían poner sus barbas a remojar, visto como pelan las suyas los profesionales de contenidos y del marketing comercial. Que a fin de cuentas es de lo que “comen” gran parte de la clase trabajadora, hoy en paro.

Antonio Ortega Santana

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