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Dos sugerencias turísticas

José Francisco Fernández Belda / José Fco. Fernández Belda

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En otros artículos ya he intentado explicar, reconozco que con poco éxito, la importancia económica que tiene la artesanía en el mundo. No circunscribo la actividad al subsector relacionado con la etnología, más propia de ofertarse en la tienda del Museo Canario que en los centros turísticos, y a las pruebas me remito. Pienso en la creatividad, nuevas ideas y nuevos materiales, no en la reproducción de lo que algún “gurú” pontifica diciendo que hicieron los guanches en sus distintas versiones insulares. Y como el gran problema que tiene el artesano, el creativo y el tradicional, es el coste de la distribución a los puntos de venta de sus productos, tal vez sea el momento de invertir la situación. Si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma, reza un aforismo. Aunque tal vez sea necesario darle un empujoncito al pedrusco, que se resiste a perder alguna subvención.

Tomando como ejemplo el Pueblo Español, la Ciudad de los Artesanos, construido en Montjuich, Barcelona, cabría la construcción de un mini pueblo artesano donde esos creativos montaran su taller y trabajaran cara a los clientes. Muchos productos se venderían por impulso. En ese espacio no se permitiría comercializar lo que allí no se produzca o fabrique. Esos locales serían alquilados a los artesanos, a un precio razonable, como si estuvieran en un centro comercial. Es un negocio basado en la creatividad, no un museo lleno de funcionarios autodenominados artistas inspirados. Por supuesto que habría que contar con los guías turísticos, comisión mediante, para que aportaran una masa importante de clientes. Pequeñas y razonables cantidades por cada venta, pero con un gran volumen pueden estimular el interés y el celo promocional de esos profesionales. Hay que recordar, una vez más, que tour operadores y guías turísticos no son nuestros enemigos, son nuestros agentes comerciales sin los cuales no sería posible el negocio turístico actual.

Un parque temático de esta naturaleza, que puede haber al menos uno o por isla, pudiera ubicarse en una construcción de nueva planta o en la recuperación de un espacio adecuado. Una posible localización inicial en Gran Canaria podría ser el edificio Miller, o la Feria del Atlántico, caso de que el Ayuntamiento persista en su extraña y pintoresca idea de trasladarla.

Otra sugerencia, a mi juicio posible, factible y conveniente sería la de potenciar de forma real e inteligente la capacidad alojativa excedentaria para ser utilizada por alumnos de cursos de español para extranjeros y de inglés o alemán para españoles. No sólo los campamentos de verano para chavales, que también, sino el establecimiento de una verdadera industria educativa al estilo de lo que ha hecho el Reino Unido con el aprendizaje de su idioma. Soy consciente del peligro que tiene confiar este desarrollo a las instituciones educativas clásicas, universidades y escuelas de idiomas, porque suele anteponerse el interés corporativo y la tentación de que sean complementos de sueldo a determinados funcionarios.

Hay alumnos que precisan un título oficial de español y hay también quién sólo aspira a conocerlo y hablarlo, no necesitando reconocimiento oficial expreso. “Hay gente pa to”, decía con una frase categórica atribuida al gran maestro y califa del toreo cordobés Rafael Guerra “Guerrita”. Si del lado de la demanda hay gente para todo, para todo debe haber también desde el lado de la oferta. Así podrían programarse cursos, mini cursos, o seminarios específicos para conocer el argot de un oficio o profesión. Pudieran ser intensivos o más suaves, según el tiempo que se quiera o se pueda dedicar al aprendizaje y fijación de los fundamentos del idioma estudiado. En paralelo podrían programarse actividades culturales, deportivas, encuentros y similares de esos estudiantes con otros que están en el mismo proceso en otros lugares o islas. Es una forma de hacer compatible y agradable el aprendizaje casi simultáneo del idioma y de la cultura española, al menos en su especificidad canaria. Podría reactivarse con la adecuada promoción de esta actividad, no sólo la ocupación de la planta alojativa, sino que sería una fuente de empleo y trabajo para muchos profesionales, profesores y monitores, así como la industria del ocio y los servicios que complementan la oferta. ¿A qué europeo, aterido de frío o asado de calor, no le gustaría aprender español, inglés o alemán en un vergel de bellezas sin par que son las Islas Canarias? ¡Olé! De nada, Sr. Moreno.

José Fco. Fernández Belda

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