Espacio de opinión de Canarias Ahora
Vaya teorías
Cada vez que abren la boca, algún nuevo insulto a la inteligencia más moderada pugna por colarse en el consciente del ciudadano medio. No les importa utilizar la realidad de manera deformada. Todo vale para salvar al país el suyo, no el de muchos de nosotros- del peor gobierno de la historia, según ellos, claro está. La última perla de sabiduría de quienes se valen de la emisora de la conferencia episcopal para sembrar la discordia entre los ciudadanos, en vez de para difundir los preceptos de una religión que promulga precisamente lo contrario, merece ser comentada. Uno de sus líderes espirituales cargaba las tintas, hace unos días, contra la actitud crítica que los miembros de la “izquierda” española tenía contra la dictadura que ensombreció la historia de nuestra nación. Su planteamiento empírico se basaba en que, muchos de quienes ahora se posicionan en contra de aquellas décadas de “ordeno y mando” de una minoría contra el sentir de la mayoría, no habían nacido o eran muy pequeños para poder recordar nada situación en la que me encuentro yo mismo-. Dejando a un lado la utilización de conceptos como izquierda y derecha tan pasados de moda y carentes de sentido como muchos de los argumentos que estos profetas suelen enarbolar en sus discursos- debo admitir que, como principio científico, el planteamiento no deja de tener su cierta lógica. Lo normal es desear que, quien toma una determinada postura ante algo, o conozca el tema o tenga la suficiente experiencia tras de sí como para conocerlo de primera mano. Lo que ocurre es que la teoría tiene algunos inconvenientes. En primer lugar, tal planteamiento dejaría sin trabajo a la mayoría de cargos electos de nuestro país, muchos de los cuales no tienen la más mínima idea ni la experiencia necesaria a sus espaldas- para desempeñar sus cargos. Ejemplos de dicha ineptitud lo hay a cientos, pero no es mi intención detenerme en este asunto, el cual también tiene relación con el postulado del mentado vocero. Partiendo de su afirmación, nadie podría criticar, en conciencia, ningún suceso que no hubiese vivido de primera mano. Por ejemplo, sólo aquellos que sufrieron el ataque y posterior derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York estarían en el derecho a condenar dicho ataque. Los demás, aún sacando nuestras conclusiones tras ver dichos sucesos por la televisión no tendríamos el apoyo moral e intelectual para condenarlas. De igual manera, sólo aquellos que hubieran sufrido, en sus carnes, los desmanes, desequilibrios, actos demenciales y todo aquello que rodea a una dictadura no importa la bandera ni la ideología que enarbole- tendrían la credibilidad suficiente como para criticarla o alabarla. Poco importa la capacidad crítica adquirida en las aulas, en las bibliotecas, en las tertulias o, simplemente, leyendo los epitafios que acompañan a las lápidas de los cementerios. El estudio de los datos históricos, de los documentos gráficos, de las declaraciones de quienes sufrieron el bombardeo de la cuidad de Guernica, de Dresde, de Hiroshima, de Nagasaki, no son válidos, a los ojos de quienes, como los mentados voceros, articulan sus postulados sólo en base a la experiencia de las personas. Si nuestros familiares fueron perseguidos por la brutal represión que se desencadenó tras la Guerra Civil española, también llamada cruzada de liberación nacional, como si de una “Guerra Santa” se tratara y por desgracia lo fue para buena parte del estamento eclesiástico-, pero nosotros no estábamos allí, mala suerte. No hay razones que justifiquen, según la teoría antes expuesta, nuestro rechazo al régimen impuesto por la cúpula de bando vencedor. Es una pena porque, según estos individuos -que llenan de odio, mentiras y ponzoñas las mañanas radiofónicas de nuestro país- los parientes de los millones de personas exterminados por los nazis durante la segunda guerra mundial, no tienen ninguna razón para desear, ni para posicionarse al respecto para que nada de lo que ocurrió en los campos de exterminio vuelva a suceder. Por fortuna, el padre de Ana Frank, el cual sí sobrevivió a dichos campos -y siguiendo los postulados expresados por la teoría con la que empezaba esta columna- tiene todo el derecho a contar lo que sufrió en carne propia, antes de ser liberado de su infierno terrenal. Exageraciones aparte, tiene gracia que quienes están haciendo uso y abuso de los principios democráticos entre ellos de la libertad de expresión- la misma que les permite soltar tamañas barbaridades cada mañana, nos venga ahora con que para criticar un estado de gobierno tan deleznable como es una dictadura hay que haber vivido bajo su yugo. Sólo hace falta ver el atraso que todavía arrastra nuestro país y el legado que tuvo que soportar, esa España que ellos dicen que quieren tanto, tras el final de la dictadura. Es digna de admiración la capacidad de evolución que los ciudadanos de nuestro país han demostrado en tan sólo tres décadas. No obstante, todavía hay muchas cosas que cambiar, muchas de ellas, relacionadas con aquellos años donde sólo imperaba el obedecer por obedecer. Tengo claro que su tremenda ignorancia, la misma que enarbola como una enseña patriótica el editorialista del periódico de mayor tirada de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, no quedará en declaraciones como la que ha dado pie a esta columna. Todo vale con tal de demostrar que sólo ellos conocen la verdadera salvación para nuestro país. Lo que ocurre es que no todos somos tan crédulos como lo son sus correligionarios, capaces de justificar las tropelías de estos profetas de tercera categoría con tal de asegurarse su cuenta de resultados. El tiempo, como siempre, los pondrá en su sitio, aunque a mí ya se me ha ocurrido uno, el cual me reservo por una simple norma de educación, algo que ellos tampoco tienen. Eduardo Serradilla Sanchis
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