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Otra vez la moratoria por EDITORIAL

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Y decimos “la misma” porque cuando se aprobó la moratoria con el apoyo de las tres fuerzas políticas, el PSC era renuente y propuso a la representación empresarial votar en contra en el pleno de la Cámara, siempre que los empresarios se pronunciaran en el mismo sentido, esto es, en contra.

Pero era otra época: Adán Martín y José Manuel Soria manoseaban las cosas de los empresarios con hospitales a concertar o licencias a otorgar, y la representación empresarial no tuvo arrojo ni decisión. No aceptó el envite socialista.

Las Directrices eran un complejo proceso para ordenar el futuro del territorio turístico en Canarias. Preveía una primera etapa que era una moratoria que debería prolongarse tres años. Pasado con creces ese plazo, no ha habido nada de directrices por falta de desarrollo de las mismas y sólo nos han endosado una moratoria. Un montón de años de dolce far niente.

Pero resulta ahora conveniente acentuar las contradicciones. Coalición Canaria hizo las Directrices-moratoria porque no se les ocurrió otra cosa. Les faltó capacidad para leer en el futuro. Lo que López Aguilar llama un mal Gobierno. El Partido Popular de Soria se instaló en la gran contradicción de estar en contra pero no haber hecho nada para combatirlas, ni siquiera por atentar contra sus más elementales principios y creencia en la libertad del mercado. El PSC perdió la posibilidad de ganar el futuro por no aceptar quedarse solo en algo que es tan popular como irreflexivo cual es “no más cemento”.

El centro geométrico de las directrices es un sofisma: no quieren más cemento pero lo que realmente no quieren son más camas. Prefieren prohibir mil nuevas camas competitivas y rutilantes que cerrar otras tantas que ya no cumplen la legislación vigente. Repiten sin cesar que hay que remodelar la planta obsoleta como quien lo tiene presente en sus oraciones, sin apenas saber a qué lógica responde esa remodelación. Ni siquiera nos han dicho si la remodelación se debe producir como los tejidos urbanos que fallecen y se regeneran o como los polígonos industriales. Si son los actuales propietarios los que acometerán la remodelación u otros empresarios devenidos dueños por los mecanismos de gestión urbanística que se pongan a contribución del proceso.

La moratoria prefiere ver a las urbanizaciones turísticas sin terminar y sin parques ni dotaciones, que levantar la mano para productos de calidad al menos en aquel territorio que no sólo esta antropizado sino urbanizado.

Este proceso fue hijo de su tiempo y de un mal gobierno, pero hoy es fácil imaginar una manera mejor de hacer las cosas. Pero como en la sociedad que tenemos el Gobierno no lo es todo, que también hay un poder judicial, acontece que éste ha dicho que no. Y si la instancia superior de la sede judicial confirma la sentencia, Canarias se desarrollará como un gigantesco convenio urbanístico entre los empresarios que reclamaron por sus derechos urbanísticos y un Gobierno apocado e incapaz de subvenir a tanta indemnización. Entonces el futuro se habrá perdido dos veces. La moratoria habrá sido el mecanismo más simplón de reproducción simple de un modelo.

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