Espacio de opinión de Canarias Ahora
No sin mi voto
Viendo los resultados de la encuesta de Celeste-Tel publicada por eldiario.es, y que destaca que hoy habría 4,4 millones de abstencionistas más que en 2011, se me ocurre plantear un ejercicio de política ficción. Aunque en vez de mirar al futuro, propongo hacerlo hacia el pasado reciente y pensar qué hubiese ocurrido si el electorado progresista que huyó de las urnas (y especialmente del PSOE) hubiese tomado otra actitud.
Cierto que el PSOE se merecía un castigo, que las últimas políticas de Zapatero poco tenían que ver con la socialdemocracia, que se había rendido al discurso y a las imposiciones neoliberales dominantes en la Unión Europea y en los organismos internacionales.
Pero el castigo a ZP, por su dimensión (pérdida de millones de votos) y porque no se tradujo en el apoyo a otras alternativas transformadoras, supuso una victoria desproporcionada del PP; dejando al conservadurismo en una posición de mayoría aplastante en el Congreso y en el Senado que no se corresponde con el sentir de la ciudadanía española, mucho menos extremista, más respetuosa y tolerante, y menos entregada al poder de minorías eclesiásticas o económicas.
Ultraconservadores
Como decía, millones de votos progresistas se refugiaron en la abstención, en el voto en blanco o en el nulo. Y pese a que los estudios sociológicos colocan a los ciudadanos y las ciudadanas en el centro izquierda, el país quedó en manos de la derecha, que gobierna además la mayoría de las comunidades autónomas y, asimismo, casi todas la grandes ciudades. Y que lo hace afilando sus colmillos más ultraconservadores.
Imagínense unos resultados electorales del 20-N menos desequilibrados. Incluso con una victoria clara del PP, pero sin llegar a la mayoría absoluta, y con una bancada de la oposición más numerosa.
¿Tendríamos la actual reforma laboral?
¿Habría salido adelante esa contrarreforma educativa clasista, antidemocrática, centralista y segregadora?
¿Estaríamos hoy discutiendo sobre una vuelta atrás en la interrupción voluntaria del embarazo que desprecia la capacidad de decisión de las mujeres?
¿Se habría producido un ataque de semejante calado a las corporaciones locales como el que ha diseñado el Gobierno?
¿Sufriríamos los mismos recortes en Educación, Sanidad y en la aplicación de la ley de la dependencia?
Cambios
Volviendo a la encuesta, apunta a que hoy habría cerca de quince millones de abstencionistas. Creo que la situación cambiará cuando se acerquen las autonómicas y las generales, lo que no implica garantía alguna de que se produzcan significativos cambios electorales. Pero me cuesta entender a quienes estimulan la abstención como respuesta política o a los que proponen transformar los votos en escaños en blanco. Por ese camino no se va a ningún lado.
Considero que la mayoría social puede y debe cambiar las cosas para hacer un país con mayor equidad, justo y solidario. Y que esta debe expresarse en las calles y en las urnas. De lo contrario, en 2015 la historia podría, desgraciadamente, repetirse; y, tras el reiterado desastre, refugiarnos en el colectivo lamento, en la sempiterna queja, de la que podemos terminar convirtiéndonos en profesionales.
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