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La cadera de Zapatero frente a un rival sin propuestas por Francisco Roldán Castro

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Poco menos que la impresión que me llevé este lunes por la noche después del debate entre el presidente del Gobierno y Rajoy fue la misma; salvando las distancias con lo referido en el anterior párrafo. Rajoy llevaba la lección bien aprendida: la mejor defensa es un buen ataque. Y no dejó de lanzar envites para desestabilizar a un presidente del Gobierno que supo fajarse en casi todas las ocasiones. Digo casi porque el líder de la oposición sí logró su objetivo en dos momentos en los que tuvo al presidente contra las cuerdas, a punto de acabar con él por KO.

Zapatero entró al cuadrilátero de la Academia con decisión, firme, con su sempiterna sonrisa, con talante, exhibiendo poderío y seguridad. El árbitro, Manuel Campo Vidal, más nervioso que los contendientes. Y enfrente el rival, quien gesticulaba poco y leía cada palabra que salía de su boca. Tal fue así que el debate, o como fuera que se llame lo que vimos anoche, se fue desarrollando con un toma y daca en el que Rajoy era el pugilista duro, fajador y violento en algunas ocasiones (recuerden que llamó mentiroso y agresor al presidente, algo que incomodó y enfadó a éste). Una de las 48 leyes del poder, de Robert Greene, dice que “hay que defender la reputación con la vida” para no perder el respeto y la dignidad; el presidente a fe que estuvo a punto de hacerlo, cosa que hubiera entusiasmado a su rival de haber logrado hacerle perder la serenidad.

Zapatero se limitó a seguir el guión previamente establecido: “tú lanza las andanadas que desees que yo contestaré como me dé la gana”. La lucha se dirimía tan solo a los puntos mientras que en la comunicación no verbal destacaba sobremanera un Zapatero decidido, ambivalente y comedido en sus aportaciones; él no tenía que demostrar mucho quien sí tenía que hacerlo era su rival, con defender su terreno y exhibir cadera tenía suficiente. Pero Rajoy comenzó a hablar de inmigración y la cadera de Zapatero comenzó a bailar más de lo acostumbrado, sus hombros de cerraron, sus manos se agarrotaron y entrelazaron, su voz se fue apagando hasta llegar a ser inconsistente. Y llegó la luz cuando más lo necesitaba, cuando estaba contra las cuerdas. Contraatacó con una imagen emotiva, los inmigrantes que dejaron su vida en los trenes de Madrid, aquellos que fueron a la guerra, enrolados en el “ejército de salvación” español y no volvieron, con quienes cotizan y crean riqueza. Salvado por la campana. Recuperado del harakiri servido en bandeja por su rival, Zapatero volvió a su compostura anterior y fue desarrollando el modelo aprendido ante los constantes ataques de su contrario, quien tenía claro que o desestabilizaba al presidente y le destrozaba literalmente o sus posibilidades de conseguir la ?corona? de la Presidencia se iban a reducir a mínimos. Curiosamente las cartulinas de datos que presentaba Rajoy a Zapatero sólo las veía éste porque los telespectadores tuvimos que conformarnos con verlas del revés ya que mientras el Presidente utilizaba su mano izquierda para enseñar las suyas, la mano más alejada de la cámara, Rajoy hacía lo propio con la mano más cercana y se contemplaba poco.

Casi al final de los dos monólogos, que no debate, con el medioambiente y la investigación llegaría otro momento desestabilizador. De nuevo el Presidente agachaba sus hombros replegaba brazos, entrecruzaba sus dedos y volvía a defenderse con uñas y dientes. Ya conocemos los temas que más le inquietan. Sacó fuerzas de flaqueza cuando estaba de nuevo contra las cuerdas y salió airoso del envite. Rajoy, anoche, tuvo la oportunidad de erigirse en vencedor y no lo logró. Jugó sus cartas al ataque porque era lo único que el sentido común dictaba en las condiciones en las que se encuentra ante las urnas. Pero ya lo dijo Julio César al pasar el Rubicón: Alea jacta est, o lo que es igual, la suerte está echada.

Lo estaba antes del inicio de la campaña electoral propiamente dicha; anoche Rajoy poco hizo por cambiarla y menos por convencernos a los electores de que quiere solucionarnos el futuro, ya que desgraciadamente, no sé si por él o por culpa de su asesores se le olvidó algo básico para un challenger (un aspirante al cargo): decirnos las soluciones a todos los temas que tan razonablemente expuso, ¿qué propuestas señor Rajoy nos ofrece?.

* Francisco Roldán Castro es presidente de la Asociación Española de Consultores Políticos.

Francisco Roldán Castro *

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