La zona Puerto huele a cemento
Como en plena sabana africana, ayer mientras esperaba a la guagua en la calle Albareda al mediodía, estábamos una manada de personas como un grupo de antílopes debajo del único árbol con sombra cerca de la parada.
Desde La Isleta hasta el final de Guanarteme todo es puro cemento. El sonido habitual es el de los obreros construyendo o destruyendo edificios. En el paisaje predomina el color gris o el metálico de las casas de nueva construcción. Los solares vacíos esperan a ser sentenciados, algunos conservan algún árbol en su interior donde se refugian los pájaros hasta que los desahucien.
Ya no quedan plazas donde sentarse a disfrutar de un poco de aire fresco y hablar con la gente del barrio mientras los niños juegan; ahora son edificios de más de cinco plantas. Por ejemplo, el parque del Reciclaje, que se encontraba al lado de la calle Franchy Roca, ha sido sustituido por un bloque de viviendas. Por lo visto, al ex alcalde Augusto Hidalgo los parques, los bancos y los árboles le sobraban. Esperemos que no piense lo mismo su sucesora.
El incremento del número de viviendas en la zona ha atraído a muchas familias, la pregunta es ¿en qué parques juegan estos niños? No sorprende ver cómo el parquecito de la calle Portugal, al igual que la plaza del Pilar, parecen los fines de semana un mogollón de carnaval.
No hay que olvidar a las personas mayores y/o jubilados, que se han quedado con pocos sitios donde pasear tranquilos o sentarse bajo una sombra. La única alternativa es pasear por Las Canteras, de hecho, los bancos de la playa se abarrotan al igual que los cuatro bancos que quedan en el parque de Santa Catalina.
Estamos ya viviendo las consecuencias de un cambio climático. Las temperaturas aumentan y las ciudades se están convirtiendo en islas de cemento que capturan todo el calor. Las zonas verdes, como los parques, son los únicos que nos pueden salvar, no sólo nuestra salud absorbiendo el CO2 de la atmósfera, sino oxigenando nuestro aire, refrescando nuestros barrios y ofreciendo áreas de recreación para la población.
El pequeño parque contiguo al muelle de La Luz es un oasis perfecto donde las personas se pueden relajar y disfrutar de un poco de vegetación y escuchar el sonido de los pájaros. Sin embargo, no existe nada parecido hasta el centro comercial Las Arenas. Y en mi opinión, el parque Santa Catalina solo tiene el nombre, con sus pocos árboles y bancos aislados, obras, coches y guaguas.
Hoy en día la Isleta se llena de turistas atraídos por las casas del barrio con sus colores característicos, placitas y locales de toda la vida. Poco a poco toda nuestra idiosincrasia se transformará en zonas de edificios sin alma de color gris y sin áreas de recreo para niños y adultos, eliminando así poco a poco el espíritu de barrio. Porque no nos olvidemos de que al fin y al cabo somos seres vivos, que necesitamos un techo, pero también naturaleza y sociabilizarnos.
El problema no es que no haya viviendas, viviendas las hay, lo que sobra es especulación y viviendas vacacionales. Y falta un plan de control del turismo y un plan de ordenación del territorio. ¡Y faltan árboles!
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