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8'6 millones de excluidos sociales

Teo Mesa

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El cómputo de pobres y excluidos socialmente se prolonga en un suma y sigue. Desde el año 2007 se ha incrementado en 1,2 millones más el número de excluidos sociales que perviven en la miseria más absoluta. El horripilante e ignominioso guarismo es ya de 8’6 millones de gentes que viven en la pobreza y la marginación social severa, en la que se ha multiplicado en un 40% en nuestro Estado. Y afecta a más de cuatro millones de personas. Esta es la clase social que no pertenece ni cuenta, para el sistema impuesto por la moderna sociedad de consumo, y no estar subyugada por el imperante sistema establecido por el gran capital que nos domina en el globo.

En contraste y en antítesis, el número de superricos en España ha aumentado en la última década, hasta alcanzar los 579 de individuos que viven en la Arcadia de la superclase de personas adineradas. Y entre los ricos, que cifran su capital de euros entre 6 y 30 millones, también han crecido exponencialmente, en las que 6000 personas acaudaladas se han sumado a este ranquin desde 2006. Número que ha triplicado esta cifra, en la consecución de bienes y pertenencias materiales por su ventajoso vil metal. Y mientras, hay que lamentar que, otros seis millones de personas están en el umbral de la exclusión social, que de empeorar de nuevo la economía –como se rumorea–, pasarán a formar parte de esa degradación perpetua en sus vidas.

Ese ha sido el memorándum, que de los últimos años, ha publicado la ONG católica Cáritas, que solventa en lo que puede, con las ayudas estatales y privadas este gran problema de amor fraternal y conmiseración con los seres más vulnerables socialmente (por fin tenemos una buena acción de la Santa Madre Iglesia).

Donde haya un rico o superrico, hay una ristra de pobres, de miserables y de seres humanos que malviven en la indigencia absoluta. Esta es la máxima de una teoría que nunca falla en este aspecto de la desigualdad y en el aprovechamiento de los congéneres más villanos. Las riquezas monetarias de los llamados ricos, han tenido su origen en la explotación de las clases más infortunadas en esas lides. Muy a pesar de la recesión económica, los ricos han mantenido su estatus de poder y riqueza; algunas clases medias se han mantenido o han mejorado en su gran mayoría; sin embargo, los más infaustos se han hundido aún más, en el lodazal en el que nadie quiere enfangar su existencia.

No sé si con tanto dinero alcanzan la anhelada gloria de la felicidad interna en sus existencias terrenas, o solo son ‘felices’ por haber hecho realidad la codicia intrínseca que llevamos en nuestros genes los seres que nos llamamos ‘sapiens’ generados por la mater naturas en la que ocupamos en nuestro herido planeta un efímero y prestado territorio, tanto en la desigualdad por la avaricia humana, como en el deterioro que le hemos causado en la imprescindible salubridad del medio ambiente.

El hambre, la pobreza y el llegar con su zaherido presupuesto a fin de mes; o en el simple vivir a diario para solventar un día más de vida, supone para estos millones de seres en nuestro país toda una amarga odisea. A la desgraciada y larga crisis que nos ha dejado el liberalismo económico mundial, se ha sumado la sumisa estrategia del anterior gobierno, al imponer una Reforma Laboral que somete a la clase trabajadora en una grosera prebenda de feudalismo hacia la clase empresarial. Es obligación del actual gobierno central de eliminar esa reforma.

La revelación de Cáritas a este respecto en la que denuncia a la política gobernante, que, en la protección social es bastante austera e insuficiente, para atender a tantos millones de personas que sufren el hambre, la miseria y la exclusión social en nuestro país. Se ha disminuido, de un 74% que otorgaba el Gobierno en 2008, a un 56% en la actualidad.

Sin duda, los gobiernos del PP son unos dechados en la larga experiencia que tienen en las disminuciones económicas en las protecciones sociales. Pero sin embargo, contrasta con ser muy piadosos y se exoneran de sus pecados con sus golpes de pecho en sus plegarias, ante la religión que practican. Este proceder tiene un calificativo.

Si como alegan, ellos han sido el ‘milagro’ de la recuperación económica en nuestro lastrado país, cómo no incrementaron esas cuantías, como prueba de ser una señal de sus misericordias para con sus compatriotas más desfavorecidos en la sociedad que gobernaron; y distribuyeron los peculios del erario público de forma razonada, caritativa y equitativa para los sufridos sociales.

Esta infamia no tiene por qué ser padecida por tantas gentes, sus familias, y seres más vulnerables, como lo son sus hijos. En una economía que ocupará el cuarto lugar (cuando se automarginen de Europa los del landbrexit a su celestial Parnaso), no deben haber unas clases marginadas de la propia sociedad en la que conviven. Ese desprecio a la igualdad de oportunidades en la sociedad, la sana convivencia y la humanidad, rayan en la codicia de unos pocos y el desamparo más oneroso por parte de un gobierno y de unos dirigentes que tienen el corazón petrificado por su insensibilidad.

Es toda una proclama hacia el futuro odio vengativo y la agresión enquistada en esa parte social vituperada.

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