El último episodio de fervor egocéntrico de Eligio Hernández, que tiene encantada a toda la bancada del PP, lo constituye la actuación del ex Pollo del Pinar en el complicado asunto de los generales, ese que arrancó con un delito contra la seguridad vial y puede acabar en un cohecho o en un tráfico de influencias. Con estrellas de cuatro puntas y todo. Porque estando Hernández de por medio lo que es una disputa de patio de vecinas puede acabar inevitablemente en una guerra mundial. El magistrado en excedencia no se ha limitado a defender la inocencia de la esposa de un general condenada a cuatro meses por imprudencia temeraria, sino que, con la pasión que la caracteriza, ha arremetido contra jueces, fiscales, jefa superior de Policía y delegada del Gobierno como si se le fuera la vida con un caso que tiene menos recorrido que una pega de caracoles. Haría muy bien el PSOE en caer en la trampa que le tendió este lunes Manolo Fernández, porque colocaría en una institución sensible al más experto elefante (da igual el color) que imaginarse pueda en cualquier cacharrería del mundo occidental.