Al alcalde de Las Palmas de Gran Canaria hay que abrirle una carpeta en el PP que lleve inscrita por fuera la leyenda “Programa electoral paralelo”, y perdón por lo de lelo. Es que no para este hombre de improvisar y de sorprender a propios y extraños con sus anuncios sobreactuados, con sus decisiones de liderar proyectos dodecafónicos, multimillonarios, imposibles, disparatados o como mínimo carísimos de la muerte. Su decisión de abrazar para sí el proyecto de regasificadora se ha tropezado con una porriada de apasionados detractores que le conducirán irremediablemente al repliegue, por no decir que al ridículo. Salvo Luis Ibarra, presidente de la Autoridad Portuaria, que por no quererse mojar le dio alas al alcalde (“si reune las condiciones, se trata de una actividad portuaria que tiene cabida en el puerto”) el resto de personas con un mínimo de criterio que han querido pronunciarse lo han dejado in puris naturalibus, por decirlo doctamente. Pero Cardona, lejos de amilanarse, ya dio el paso que nos temíamos: anunciar urbi et orbi que la regasificadora en La Luz daría lugar al gas ciudad, es decir, a que se produjera toda una revolución en los hogares de la capital grancanaria a los que, de repente, llegaría ese combustible por unas conducciones que habría que implantar para unos fines que, desde luego, no concuerdan con las exigencias de consumo de la población. Quiso el señor Cardona hacer pasar por bobo al público municipal y espeso obviando la única y desde luego justificada razón para la implantación del gas: proveer de un combustible alternativo al fuel a la planta eléctrica de ciclo combinado de Juan Grande.