Las buenas relaciones son fundamentales para que las cosas funcionen con mayor agilidad. Le ha pasado a Riofisa desde el mismísimo día en que ganó el concurso por el que se le adjudicó el centro comercial que más tarde daría lugar al clamoroso mamotreto que adorna la entrada al muelle de Santa Catalina (justo al lado de una subestación de guaguas que nos costó un ojo de la cara y la yema del otro hacer subterránea). Nadie hizo el menor mohín por adaptar el proyecto a esas realidades de la zona, y la licencia -que tiene carácter reglado y, por tanto, se concede automáticamente- no padeció la menor pega. Incluso aquellas sospechas de excesos cometidos quedaron en agua de borrajas. Ahora sabemos que no hay licencia de primera ocupación y que por las prisas y los compromisos algunas administraciones se han olvidado de hacer sus deberes. Ya no esperamos que actúe la Fiscalía ante este descarado trato de favor de un alcalde poniendo la representatividad que detenta de los ciudadanos en favor de una actividad sin cobertura legal. Pero quizá alguien debería salir a dar la cara. Más que nada para que nos quedemos tranquilos. Y si hay que telefonear a Madrid se telefonea a Madrid, que seguro que lo entienden.