Los pasajeros de Vueling que este jueves hicieron el trayecto Gran Canaria- Barcelona a las 13.30 se encontraron de frente con la constatación de que lo que puede empeorar en esto del bajo coste empeora sin remisión y día tras día. El aparato que emplearon, un Airbus 320, procedía de la capital catalana con una tripulación compuesta principalmente por auxiliares asturianos, según explicaron al pasaje utilizando constantemente el tuteo (te damos las gracias por elegirnos; ten cuidado al abrir el compartimiento del equipaje...) en una innegable muestra de que aquel glamour de volar de antaño ya ha pasado a mejor vida. Dos de los tres baños del aparato no funcionaban, y no porque se hubieran averiado en el trayecto, sino porque ya estaban así cuando Vueling cargó ganado en Gando. Pero, aún siendo un vuelo con salida a la hora del aperitivo y de tres horas de duración, los bocadillos (por llamarlos de algún modo) se acabaron cuando los aeromozos iban por la fila 11, a eso de las dos y cuarto de la tarde. A partir de ahí y hasta el final del aparato, los auxiliares se dedicaron literalmente a vender aceitunas y manises. Preguntados por el pasaje, se limitaron a explicar que los pasajeros del vuelo anterior, los mismos a los que culparon de haber roto los baños, se lo comieron todo. Y como debe ser que no hay un puñetero catering en Gran Canaria ni ganas de arreglar las cosas, a aguantarse y a volverse a aguantar, que para eso cada día nos cobran un poquito más.