A Mario Romero Mur le ha vuelto a tocar estar en el peor sitio en el peor momento. Conocedor de las urgencias de La Caja por encontrar antes del 31 de diciembre inversiones donde materializar su RIC, no tuvo mejor idea que comentarle al director general, Juan Manuel García Falcón, que un concuño suyo estaba en operaciones de hemodiálisis y que, a lo mejor, convenía analizar esa posible inversión. Lo que inicialmente pudiera interpretarse como un contacto favorecedor de intereses comunes, tanto para La Caja como para el cuñado de Romero Mur, se torna ahora patinazo del consejero de la entidad. Porque si es cierta la versión de La Caja de que los contactos se iniciaron en mayo, debemos entender que ya entonces Romero Mur conocía por boca de su concuño que había concurso de hemodiálisis y posibilidad de negocio, y dada la íntima relación de amistad entre el empresario-consejero y José Manuel Soria, no sería de extrañar en absoluto que también estuviera en las mismas el presidente del PP, tanto para las verdes como para las maduras. Porque son las conexiones familiares, personales y políticas las que complican la cuestión, por no mencionar las empresariales, que son las que nos hacen enlazar nuevamente con el Canódromo.