Santiago Pérez tiene 53 años y quizás piense que ya va siendo hora de hacer en política alguna cosa distinta a de ir corriendo de aquí para allá apagando los fuegos que otros prenden. Hijo y nieto de notarios, biznieto del que fuera el más duradero presidente de la Cámara de Comercio tinerfeña (quién iba a decir que tantos años después colocaría en el disparadero a un sucesor de su bisabuelo), Pérez presume de ser un gran conocedor de lo que él mismo llama “la buena sociedad tinerfeña”. Por eso seguramente ni la quiere emular ni la teme, porque ni le encandila ni la cree capaz de hazañas de calado político e intelectual como para acabar con los espíritus libres. El partido de la buena sociedad vive el comienzo de sus horas más bajas, y si bien nadie ha certificado su fallecimiento, el ocaso de algunos líderes que pusieron precio a la cabeza de Pérez es otro motivo más para cambiar de destino.