Rosario Navarro de Paz tiene claro a quien sirve y por qué ha llegado hasta donde ha llegado. Lo dice sin ningún tipo de recato en los pasillos de la Academia Canaria de Seguridad, recientemente trasladada a la calle de León y Castillo, en Las Palmas de Gran Canaria, en una operación presupuestaria que también habrá de vérselas con la Intervención General de la Comunidad Autónoma. Porque la señora Navarro, a la que le encanta presumir de hermana y hacer valer a muchos funcionarios lo mucho que deben a su hermana, no siente ningún tipo de pudor a la hora de firmar las cosas más peregrinas y peligrosas sin tener la menor idea del procedimiento administrativo y de esos incómodos corsés de los 18.000 euros de tope por contrato. A ella le da lo mismo, por ejemplo, contratar un curso para bomberos a la empresa Lainsa por importe de 40.500 euros sin encomendarse a la legalidad vigente y pidiendo a continuación agua por señas para que alguien le tramite un expediente de nulidad y así poder pagar a proveedor tan incauto. Pero, ¿qué puede importarle la gestión del dinero público a esta funcionaria que, gracias a sus influencias familiares, ha logrado consolidar el nivel salarial 26 cuando, en su puesto de maestra, no superaría en estos momentos el 21? Eso y su teléfono móvil corporativo, que utiliza de manera desenfrenada para escarnio de las cuentas públicas.