La cara de Águeda Montelongo este martes en el acto de presentación de las candidaturas del PP al Parlamento de Canarias reflejaba la procesión que lleva por dentro. A diferencia de la luz que habitualmente le ilumina el rostro cuando le toca posar junto a su José Manuel Soria, estaba demacrada, cabizbaja, como si quisiera que el tiempo corriera frenéticamente hasta detenerse en la noche electoral y así saltarse la vergüenza que va a tener que soportar durante este próximo mes en los medios informativos de toda España. Porque la versión coordinada del PP no se la ha tragado nadie, y mucho menos se la tragará el votante pepero de Fuerteventura cuando se sepa que, además de Manuel Fernández, además del senador Burgos, hubo otros ilustres invitados con carné del PP que disfrutaron de la hospitalidad de la señora Montelongo con dinero de todos los contribuyentes canarios. Suponemos que, llegado el momento de ofrecer otra tanda de explicaciones, unas en Canarias y las otras en Navarra, volverán a recurrir a la teoría del error humano, como si el personal fuera imbécil y no haya llegado ya a la conclusión que estos se manejan con la lata del gofio como si las instituciones fueran su sala de fiestas privada.