Es cierto que Aday Ruiz abandona la política por razones personales, aquellas a las que se llega tras una larga serie de contratiempos en los que puede haber habido de todo. No respetar la dimisión de una persona que alega esos motivos, que abandona con las manos limpias (sobre él sólo pesan las cacareadas acusaciones del PP de Pepa Luzardo) tras preferir su vida privada a la política, parece cuanto menos vil. Ruiz vio hace algunos meses cómo adelgazaba el respaldo hasta entonces sin fisuras de Nardy Barrios y no ha soportado el cúmulo de tensiones que se viven en una Sociedad de Promoción que heredó en la ruina y que sufre de manera terrorífica las consecuencias de la crisis y la política de recortes generalizados. Los miserables aprovechan su marcha para pasar sus particulares facturas, algunas de ellas de la publicidad que quisieron sólo para ellos, otras de la publicidad que quisieron que otros no tuvieran. Porque, queridísimos, algunos sesudos artículos de respetables directores de periódicos sólo son patéticas facturas.