Felipe Campos es un abogado singular, de eso parece no haber duda. Ejercer como él lo hace en Tenerife tiene su mérito y requiere altas dosis de valentía mezcladas con un toquito de locura. Los poderes tradicionales tinerfeños terminan siempre alineándose en favor de la oligarquía, sea corrupta o mediopensionista, beata o putón verbenero. Su denuncia contra Soria por presuntas calumnias lleva incluida a otro personaje de relieve de la política canaria, al parecer con mando en plaza en Tenerife. Campos no ha querido revelar aún el nombre de ese personaje, pero ya verán que los periodistas terminaremos sabiéndolo más pronto que tarde. Él se ha limitado a decir que hay “otro pez gordo”, y a él le atribuye un delito de la misma familia que el que le ha llevado a denunciar a Soria. Queda descartado por tanto el tráfico de influencias o el cohecho, pero se incluyen las injurias, las amenazas, las coacciones y un amplio abanico de chulerías que aparecen trascritas en el sumario de Edén.