Con todo este panorama ante sí, Adán Martín se enfrenta a la primera gran crisis de su Gobierno porque se le presentan unos cuantos dilemas irreconciliables. El primero, un socio, el PP, con el que ha pactado muchas cosas, como se ha encargado de recordar Soria con la clase y el estilo que le caracterizan; segundo, un partido roto, que tira de él en varias direcciones: ATI, por un lado, que no quiere cuentas con los sociatas; Castro Cordobez, por el suyo, que no quiere cuentas con el PP; Román, Carmelo Ramírez y Marcial, para el oriente progresista, que quieren que el PSOE cuente con ellos, y Mauricio, a verlas venir esperando la lista de ministros para cosechar amigos. El presidente, que ya ha probado el agrio sabor de entenderse con Soria y el peligro que le dicen en ATI que es Mauricio, mide sus fuerzas y, sobre todo, las que otorgaría a sus adversarios de dentro y de fuera si pactara alguna vez con Juan Carlos Alemán.