Hace unos pocos días un periodista canario, famoso por inventarse historias y, acto seguido venderlas al peso, publicó una alambicada historia acerca del intento del Gobierno de Canarias de llevarse Casa África a Tenerife. Anda muy cabreado el periodista en cuestión porque esa institución dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores le retiró una partida publicitaria que teóricamente iba destinada a su periódico. Desde entonces, el hombre se ha empeñado en buscar cualquier tipo de viaje injustificado, subvención arbitraria o movimiento sísmico incontrolado que pudiera derivar en una genuflexión de arrepentimiento de los directivos de Casa África y la consiguiente reposición de los miles de euros que sigue hoy en día reclamando. Nada nuevo en el personaje, muy dado a este tipo de vendetas que se convierten en febriles agasajos cuando el extorsionado paga religiosamente el impuesto. Nueva Canarias picó y emitió un comunicado criticando al Gobierno de Paulino Rivero por intentar ejecutar ese despojo tan despreciable. La noticia era falsa, absolutamente falsa, pero sirvió para que el personal pudiera pensar por un momento que Casa África es una institución inestable que depende más de los caprichos del gobierno regional de turno que de un Ministerio de Asuntos Exteriores y de unos patronos que son gente muy seria. Pero de fondo se avecinaban unas jornadas en Tenerife que han contribuido a alimentar el bulo.