No se asusten. Ni tenemos a un genial bailaor conduciendo sin carné, ni hemos detectado la presencia fantasmagórica de alguien que anda por ahí atropellando viandantes. Aunque bien pensado, de ambas cosa va la historia. Tenemos localizado y matriculado a un sagaz periodista del otro lado del istmo que ha decidido conducirse a lo loco y, sin respetar las señales de velocidad, las curvas peligrosas y el derecho de la gente a hacer lo que le venga en gana, se dedica a hacer curiosas llamadas de teléfono para amedrentar. Llama, concretamente, a testigos que hemos propuesto para un juicio al que nos enfrentamos por una demanda de ocho jugadores del Universidad, que defienden su derecho legítimo al honor después de que publicáramos que hubo tongo en un partido de fútbol contra el Cádiz. Hace de esto la friolera de veinticuatro meses, más o menos.