Tanto Bill Clinton como Barak Obama han elogiado en diferentes momentos (el primero lo hizo durante su última visita a Tenerife) el modelo español de energías renovables. El actual presidente norteamericano lo ha puesto incluso como ejemplo mundial a seguir. El sector económico que se mueve en torno a este negocio (que también lo es, estaría bueno) se frotaba las manos, y los ciudadanos sensibilizados con el calentamiento global y con la necesidad de canalizar convenientemente las condiciones naturales que presenta España (y Canarias especialmente en la energía eólica y fotovoltaica) vieron los cielos abiertos ante la posibilidad de que nuestro país se convirtiera en un referente mundial serio por algo que no fuera la guerra de Irak o la paella. Dicho sea lo segundo con todos los respetos. Pero ha tenido que saltar el PP, y particularmente a través de un iluminado nacido y criado en Gran Canaria (vaya por Dios) para echarlo todo por tierra. O al menos intentarlo.