Es verdad que Miguel Cabrera Pérez-Camacho pertenece a una inusual estirpe de políticos que tienen la disciplina de partido en un segundo lugar. O más. Antes de cualquier otra consideración, el ex portavoz del PP es millonario, lo que le libera de ese yugo (y en algún caso esas flechas) de tener que someterse a los dictados de los caudillos de turno para comer caliente cada día. En segundo lugar, Pérez-Camacho es un liberal que entiende el ejercicio de la política en esa clave de mínimo intervencionismo público y libertad de elección, máximas que le han colocado en muchas ocasiones en las antípodas de su señorito, José Manuel Soria, que presume de liberal, ma non troppo. Luego es bruto y egocéntrico como él solo, lo que en política se suele pagar caro si no eres el macho que más micciona en toda la finca. Fue bruto con Paquita Luengo, pero también lo ha sido -sin llegar a aquellos desafortunados extremos de los versos camáchicos- con los suyos propios de él.