El origen del auto de Garzón no hay que buscarlo exclusivamente en la documentación decomisada en la operación de Fórum Filatélico, que es el detonante último, sino en una denuncia pública de la Plataforma en Defensa del Puerto de Santa Cruz de Tenerife, que lleva años batallando por la ampliación de ese recinto y por explotar sus posibilidades tanto económicas como ciudadanas. Esa plataforma, que tiene en Pedro Anatael Meneses a su principal inspirador, ha sido declarada maldita por los poderes fácticos tinerfeños por varios motivos, y en estos momentos ha saltado a la palestra uno de ellos, pero no el principal. Desarrollar el puerto de Santa Cruz de Tenerife equivaldría a impedir el muelle deportivo de cuya futura existencia acaban de tener conocimiento el juez Garzón y toda España y, de paso, frustraría el deseo de construir un puerto en Granadilla, a cuyo alrededor los mismos de siempre ya han adquirido los suelos industriales precisos para que no se caiga ni un céntimo de euro al suelo. Que no está la economía para tantos dispendios. ¿Y los rellenos del muelle? Nada, chico, no te preocupes, los sacamos de los movimientos de tierra de la segunda pista del Reina Sofía, otro de los elementos de la tinerfeña cruzada.