Segunda sesión del debate del estado de la nacionalidad, y la cosa no mejora. Si ya es grave que el nivel general de sus señorías sea para un curso del Icfem de 300 horas, peor es que el penoso protagonista de la jornada haya sido el presidente del Parlamento. Perdió los estribos de tal manera Antonio Castro Cordobez que a punto estuvo de eclipsar a los portavoces y al mismísimo presidente de la autonomía. Menos mal que luego subió Paulino Rivero y disparató con el chiki-chiki, y menos mal que luego Juan Fernando López Aguilar firmó una de las más brillantes intervenciones de cuantas se recuerdan en esta Cámara. Pero esos destellos no salvan a un Parlamento desprestigiado que requiere urgentemente una revisión de su funcionamiento y alguna otra medida que lo convierta en algo realmente querido por la peña.