Desde marzo de este año está el ministro del Interior sacando pecho con las operaciones que tienen que ver con el descubrimiento de la mafia serbia afincada en España, particularmente en la Comunidad Valenciana y Canarias. Porque bastaron las primeras detenciones para que Jorge Fernández aceptara, en marzo como decimos, la imposición de la orden Jakov Nenadovic con numerus clausus el máximo reconocimiento que concede el ministerio del Interior serbio. Henchido de gozo y de satisfacción policial, el señor ministro declaró a la prensa tras recibir los abalorios conmemorativos que el Clan Zemun era “seguramente la banda criminal más importante y más peligrosa que en esos momentos había por Europa, perseguida por diversas policías nacionales y por la Interpol”. Queremos llamar la atención sobre el verbo empleado por el titular de Interior, “era”. Es decir, que en marzo el Clan Zemun era el pasado, había sido desarticulado. Por lo tanto, debemos preguntarnos si la treintena de personas detenidas esta última semana en la Comunidad Valenciana y en Gran Canaria por orden del juez canario Tomás Martín pertenecen a otro clan distinto o si, como sospechamos, el señor ministro volvió a vender la piel del oso antes de cazarlo. Pero no solo ha sido esa distinción la que ha resultado insultantemente precipitada, sino también la pléyade de medallas al mérito policial repartidas justo a principios de este mes, coincidiendo con la festividad del patrón de la Policía, entre los agentes que intervinieron en la génesis de la operación que todavía no ha concluido. Ninguno de esos distinguidos pertenecía a Canarias, donde ha habido decenas de agentes de distintas brigadas trabajando en el asunto y varios inspectores dedicados intensamente a la cuestión desde 2010. Es decir, cuando todavía el actual ministro del Interior no soñaba ni con que su partido ganara las elecciones.