Informaba este fin de semana nuestro colega matutino La Provincia que el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria enarbola bandera blanca y se rinde con aquello que pudo ser y nunca más será: el Complejo Deportivo del barranco de La Ballena. Inaugurado en octubre de 2002 a bombo y platillo por aquel alcalde que también quiso ser, José Manuel Soria, a los pocos meses ya advertíamos en esta misma sección que nada bueno se sustenta sobre un vertedero de mierda. Literalmente, como es el caso de La Ballena. Con el entonces concejal en la oposición Roque Díaz de principal testigo y vocero del deterioro año a año de los campos de fútbol, ya nuestro compañero Martín Alonso daba cuenta en noviembre de 2005 del desastre que se avecinaba. Contabilizamos, de entrada, seis millones de euros de la obra inicial tirados, literalmente, al barranco. Habrá que afilar el lápiz para sumar, eurito a eurito, lo invertido en tiritas para un enfermo terminal en los últimos seis años y medio. Y poner una vela al patrón de los imposibles por si un alma caritativa de ahí dentro también contabiliza césped artificial al estilo gondolero. Al tiempo...