Primero fueron los efectos del temporal, que colapsó aeropuertos como el de Barajas. Luego, la huelga de celo o de tócame las narices de los controladores aéreos de Canarias. Poco a poco las autoridades aeronáuticas españolas y las compañías aéreas, que en estas fechas se esmeran por empeorar lo manifiestamente empeorable, se han ido superando en la cadena de excusas para que los sufridos viajeros de las Islas Canarias lleguen siempre con retraso a sus destinos. Este martes se pudieron escuchar en Barajas las más originales explicaciones para que un vuelo con destino a Gran Canaria (el de Air Europa UX 9172) sufriera un retraso de casi una hora: dentro del avión había un váter atascado. Y claro, con la psicosis de atentado que sobrevuela los espacios aéreos internacionales, cualquiera despega con un pastuño obstruyendo un desagüe, con el consiguiente peligro de que, en asociación criminal con cualquier compuesto químico, explote en mitad del Atlántico y provoque una hedionda tragedia.