San Bartolomé de Tirajana padece una parálisis peligrosísima para cualquier administración pública. Los expedientes se mueven -cuando se mueven- a velocidad mastodóntica. La apertura de causas judiciales por corrupción ha servido de excusa perfecta para que todo lo que tenga que ver con las investigaciones ni se toque. Los expedientes de los ciudadanos se acumulan sin que nadie logre poner remedio a asuntos de menor enjundia que, sin embargo, solucionan la vida de mucha gente. Añadamos a eso el enchufismo, mal endémico en casi todas las administraciones, pero que en el caso de San Bartolomé de Tirajana ha alcanzado cotas verdaderamente dramáticas, y la acreditada ineptitud de los gobernantes. No cabe por tanto un panorama más desolador, un caso paradigmático de lo que nunca debió ser la función pública. Internet es, para la alcaldesa, un problema más porque debe ser frustrante pedir un documento, una gestión y comprobar cómo muchos funcionarios (¡claro que no son todos!) se pasan el día haciendo el tonto delante del ordenador.