Terminará el actual mandato municipal y en Las Palmas de Gran Canaria no dejarán de aparecer bombas con efectos retardados que estallan en la cara de los mandamases municipales socialistas. Cierto es que muchas de las explosiones han podido controlarse mejor, de modo y manera que la torta fuera compartida con los autores del desaguiado, los concejales, alcalde y alcaldesa que del PP fueron durante esos doce largos años de disparate continuado. La última ha sido el conflicto de Clusa, la empresa dedicada a la recogida selectiva de envases ligeros (contenedores amarillos) y papel cartón (contenedores azules), que ha dejado de prestar el servicio y a un nutrido grupo de trabajadores compuestos y sin sueldo. La concejala del ramo, Inmaculada Medina, ha optado por el rescate de la concesión, si así se puede denominar a la recuperación de una encomienda que fue realizada por el PP en 1997 (bajo el mandato de Soria) por el muy irregular método de un convenio para desarrollar la experiencia piloto de la recogida selectiva de residuos. O sea, sin concurso y sin garantías jurídicas. Manda Trillos, que diría aquel comandante del viento de levante.