En el PP canario y en la sede central de la compañía, en la madrileña calle de Génova, están tirándose de los pelos porque saben del alcance que va a tener esta sonora metedura de pata de Manolo Fernández, realizada ante los micrófonos de la Ser, a la que acabarán acusando de manipular sus palabras. Tiempo al tiempo. Porque reconocer que las rigideces de las leyes fiscales y electorales obligan a hacer trampas es tanto como confesar que se hace con asiduidad, y el que no lo hace es un soplagaitas. Por cierto, fue lo que este demóstenes dijo de Manuel Chaves en TVE cuando se descubrió que no había amasado un fortunón tras tantos años en la política. Pero volviendo a las cuentas del grupo municipal del PP de Santa Cruz: puede ser verdad el haraquiri de Manuel Fernández, ese según el cuál los concejales “se echaban las manos al bolsillo” en busca de facturas personales de comidas o de viajes para justificar el dinero gastado en menesteres electorales o de otra índole. Pero no le creemos cuando niega que, además de esa tapadera, algunos de los compañeros se dedicaran a comprar calzoncillos, bragas, sostenes, jamones, zapatos, chaquetas, gafas y otras zarandajas. Porque el que es capaz de hacer trampa en una dirección, ¿se abstiene de hacerlo en otra? Que conteste Fernández, que seguro que se lo sabe.