No pensábamos publicar la sentencia, aún en el caso de que nos hubiera sido favorable. Se trata de un fallo en primera instancia que es recurrible y, por tanto, echar ahora las campanas al vuelo en uno u otro sentido no deja de ser más que una quema de fuegos artificiales. Pero el señor Z ha querido publicidad y a nosotros contar cosas nos encanta, como ustedes saben. Por ejemplo, les contaremos que la vista oral para ver esa demanda de protección al honor tuvo dos capítulos. Uno primero que se frustró porque se fue la luz en el juzgado, y un segundo que se celebró normalmente. El señor Z no presentó testigo alguno, pero su declaración fue de traca, pucheritos incluidos. Los que le hayan escuchado hablar alguna vez se lo podrán imaginar mejor, pero para los que no hayan tenido ese placer, procuraremos transmitirles todos los matices.