La consejera de Turismo del Gobierno de Canarias es, además de una política cuestionada por sus contrastadas incapacidades en la materia, la que mejor representa en la vida pública canaria que se puede llegar al máximo escalafón gubernamental sin manejar las reglas básicas del lenguaje. El español, en este caso. Sus disparates semánticos, sintácticos, morfológicos y gramaticales son constantes, y no hay día en que no tengamos conocimiento de un nuevo patinazo. El pasado viernes, por ejemplo, al término de una conferencia sobre astronomía en el Museo Élder de la Ciencia y la Tecnología, en Las Palmas de Gran Canaria, “reemplazó” a los asistentes a la siguiente lección sobre el cosmos. Y se quedó tan fresca, como se quedó el otro día, cuando habló de la recepción económica y sus efectos sobre los visitantes ingleses del destino Islas Canarias. Pero hasta para lo de Rita hay soluciones, y algunas las tiene cerquita, como el curso para aprender a hablar en público que ha organizado la Cámara de Comercio de Lanzarote, su isla natal, de donde nunca la debió sacar José Manuel Soria para ponernos en ridículo en tanto foro nacional e internacional.