Humillado por las cifras y por las reprimendas del consejo, y con voz de persona acabada políticamente (quizás fuera solamente que hizo demasiados kilómetros en el gimnasio), Soria se levantó y se marchó, y así constará en acta. Se quedó al cuidado del fuerte ese portento de la política que cada día más es Josefa Luzardo, que volvió a quedar en ridículo con apreciaciones pueriles y sin fundamento sobre los criterios de adjudicación de la Autoridad Portuaria. Es decir, con los técnicos delante explicando las baremaciones y los ítem, con las cifras en la mano, la alcaldesa seguía ejerciendo de lechuguina. Alguien, desde el fondo, le sacó la palabra mágica: “Isolux, Pepa, Isolux”, y ella se atragantaba. Claro, Josefa, que no se puede hacer trampas en un concurso y luego ponerse pija cuando los demás aplican la transparencia que en el Ayuntamiento no existe.