En una entrevista concedida a El Día y publicada este domingo, José Manuel Soria aporta un dato que no ha pasado desapercibido a sus correligionarios: ha ligado su relevo al frente del PP en Canarias a lo que ocurra en el congreso nacional del partido, previsto para el 17 de febrero en Sevilla. Como saben, en un congreso no se eligen ministros ni secretarios de Estado sino dirigentes del partido, y en este caso, dirigentes nacionales. Por lo tanto, ese factor es novedoso por completo: además de lo que le pueda corresponde en las designaciones gubernamentales de Rajoy y, posteriormente de sus ministros, Soria parece estar dispuesto a resistir el frente del PP canario al menos hasta febrero, lo que significa que tratará de timonear el cambio en la presidencia regional no le vaya a aparecer un Larry Álvarez que le ponga las peras al cuarto. ¿Larry Álvarez hemos dicho? Pues sí, sin que él haya dicho esta boca es mía, su nombre es uno de los que ha sido lanzado en las quinielas para suceder a Soria en el PP canario, como ha sido lanzado el de Paulino Montesdeoca, eterno y frustrado aspirante, o el de Javier Sánchez-Simón, que jamás ha tenido reparos en discrepar públicamente del caudillo insustituible. Con más fundamento suenan los nombres de José Miguel y Lucas Bravo de Laguna, tanto monta, monta tanto, sin que tampoco ninguno de ellos haya dado aún un paso al frente. Por el momento y de manera pública el único que se ha mostrado dispuesto a suceder pacíficamente a Soria es Miguel Cabrera Pérez-Camacho, abogado, empresario, multimillonario, sin pelos en la lengua y representante de las esencias más conservadoras y del humanismo cristiano de cuantos dan la cara en el PP isleño.