Se equivocan quienes sostienen que el nombramiento de José Manuel Soria como nuevo ministro de Industria, Energía y Turismo es fruto exclusivo de sus buenas relaciones con Rajoy y del magnífico resultado electoral que obtuvo en las recientes elecciones generales del 20 de noviembre. Es evidente que ambos factores han influido, pero nada hubiera sido posible si el ministro canario, primero en la historia de la derecha española (si sumamos incluso los años de la UCD y por supuesto del PP) no se lo hubiera propuesto desde aquellos primeros años de alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, cargo que ocupó entre 1995 y 2003. A Soria siempre le ha atraído el poder y es obvio que el poder máximo en España se ejerce en la presidencia del Gobierno o en un ministerio. Lo aprendió en sus escasos pero fructíferos años como asesor del ministro socialista Carlos Solchaga, al que abandonó repentinamente al fallecer su padre, Manuel Soria Segovia, y verse obligado a trasladarse a Canarias a hacerse cargo de la empresa familiar, la naviera Oceanic, que se encargaba de trasladar a Europa la producción tomatera de la familia, fortalecida en su día gracias al matrimonio de José Manuel Soria con Mari Carmen Benítez, hija de otro importante cosechero del sureste de Gran Canaria. Esa obligación familiar le llevó incluso a rechazar el ofrecimiento que le hizo Jerónimo Saavedra para que se ocupara de la Consejería de Industria en su gobierno de 1989-1991, fenecido por la moción de censura de Manuel Hermoso. Pero a Soria le podía la política y a ella dio el salto en 1995.