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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

La televisión de cócteles privados que algunos quieren

Santiago Negrín y Fernando Clavijo

Carlos Sosa

Las claves me las reafirmó un día de junio de 2018 Fernando Clavijo, por entonces presidente de Canarias. Lo telefoneé para invitarlo a la cena de aniversario de Canarias Ahora, que por aquellas fechas cumplía 18 años. Clavijo me preguntó si yo estaba loco, que cómo me pretendía que él estuviera en una cena oficial de un medio de comunicación como el que yo dirijo, que qué iban a pensar sus “medios amigos”.

Aquella respuesta complementaba la que, en una conversación anterior a solas en Presidencia del Gobierno, en Santa Cruz de Tenerife, habíamos mantenido ambos a petición mía en 2016 para preguntarle por la persecución que su viceconsejero de Comunicación había iniciado contra mi periódico. Le recriminé que la inversión publicitaria hubiera desaparecido para Canarias Ahora mientras se incrementaba notablemente la de sus “medios amigos”. La respuesta retrató al personaje: “Ya tú has mamado bastante, ahora les toca mamar a ellos, que para eso me apoyaron para llegar aquí”.

Fernando Clavijo prometió a sus “medios amigos” un paraíso terrenal si conseguía auparse a la presidencia del Gobierno de Canarias. Para ello era necesario que le apoyaran en esa especie de primarias internas que organizó Coalición Canaria antes de las elecciones de 2015 para decidir entre él y su antecesor, Paulino Rivero. Los “medios amigos” se volcaron y contribuyeron sin duda -con la ayuda de algunos dineros con destino a ultramar, es bueno recordarlo- a que CC se inclinara por el entonces alcalde de La Laguna.

Con aquella apuesta, los “medios amigos” iban a conseguir por fin su propósito: licencias de frecuencias de radio, contrato de gestión de los servicios informativos de Televisión Canaria, y por supuesto, la condición de referentes de cabecera para cualquier duda de inversión publicitaria. Al mismo tiempo, Clavijo ofrecía en bandeja de plata a los suyos y a los “medios amigos” las cabezas de dos editores de prensa regional que se les habían atragantado los últimos años: Juan Francisco García, presidente de Inforcasa, la editora de Canarias7, y Lucas Fernández, propietario de Canaria de Avisos, la editora de Diario de Avisos.

La fórmula para decapitarlos era la de cortocircuitarles cualquier tipo de ingresos procedentes de Radiotelevisión Canaria (RTVC), tanto mediante el contrato de servicios informativos como por la producción de cualquier clase de programas.

Por eso los primeros pasos se dirigieron a dejar a Plató del Atlántico (Diario de Avisos) sin la contratación de programas y a arrebatar a Videoreport Canarias, fuertemente participada por Canarias7, el contrato de informativos, que vencía justo durante el mandato de Clavijo, un goloso pastel de 144 millones de euros que debía ser puesto en manos de los “medios amigos”, es decir, de la productora Socater, participada entonces por Editorial Prensa Canarias y Prisa Canarias.

Para ejecutar tal encargo, el presidente designó un equipo a cuyo frente puso al viceconsejero de Comunicación, José Luis Méndez, quien a su vez designó como comisaria política dentro de RTVC a la periodista Daida Rodríguez, mientras que al frente del ente público era colocado un monigote que hiciera exactamente lo que estas dos personas ordenaran, Santiago Negrín.

El resultado fue apoteósicamente calamitoso, porque ante las evidencias de manipulación del concurso, de tropelías sin cuartel y arbitrariedades que darían para empapelar un juzgado, la chapuza se abrió paso hasta terminar reinando en forma de defectos formales de la oferta de los “medios amigos” y desembocar en que venciera formalmente el concurso de la productora que pretendían sacar del mapa, Videoreport Canarias.

Como resultaba del todo intragable por el Gobierno y sus “medios amigos” que Canarias7 se hiciera otros ocho años con ese suculento concurso, la solución por la que optaron los cerebros de Clavijo fue la de no adjudicárselo al ganador, ni por supuesto al perdedor: el ente público RTVC se quedó con todos los trabajadores de la productora y le alquiló por unas cuantiosas cantidades anuales las instalaciones y todos sus medios técnicos, de modo que los programas informativos ya no los produjera Videoreport, que sin embargo lograba mantener sus beneficios.

Era un premio de consolación a los “medios amigos” que veían de ese modo frustrado su acceso a un contrato de 144 millones que les garantizaba ocho años de quietud, ajenos a cualquier convulsión electoral o política. Tenían que conformarse con eso y con que se mantuviera la contratación de programas, una potestad de la dirección de RTVC que sí podría quedar al albur de un cambio en la dirección consecuencia de un nuevo Gobierno, como así ha sido.

De este modo llegamos a la famosa fiesta de 20 aniversario y de 11.000 euros para los trabajadores de RTVC, los que se tuvo que subrogar el ente público y que suponía el primer encuentro de todos ellos, hasta entonces pertenecientes a ocho empresas distintas estas dos décadas. El cóctel que los “medios amigos”, o por ser más precisos, Editorial Prensa Ibérica en Canarias, ha presentado como “cóctel privado”, de manera que pueda parecer ante la opinión pública que el nuevo administrador único del ente público, Francisco Moreno, contrató un local, un catering y un mariachi para ofrecer una fiesta a sus amigotes con dinero del contribuyente.

Lo que en realidad se encierra bajo la denominación de “cóctel privado” es una versión local, muy local, de la cabeza del caballo sobre la almohada del amenazado: si por un casual estás pensando en retirar de la parrilla de programación alguno de los siete programas que hemos tenido este año, cosas como estas son las que te pueden pasar.

Siete programas con presupuestos verdaderamente escandalosos adjudicados a los “medios amigos” sin la más mínima exigencia de calidad ni de sujeción a los objetivos de la televisión pública. Ninguno de los cuatro que continúan emitiéndose rebasó la semana pasada el 1,8% de audiencia, muy lejos de la paupérrima media de la cadena, cifrada aún en un 5%. Programas que sí son auténticos cócteles privados, festines empresariales de más de 500 euros el minuto (El Enfoque, 45.000 euros por entrega), a mayor gloria de tertulianos que ejercen de correa de transmisión de los “medios amigos” que no consiguieron ni las emisoras de radio, ni el concurso de informativos ni, mucho menos, borrar del mapa a los desafectos.

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