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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Mentiras arriesgadas en momentos comprometidos

El presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, con el presidente de Repsol, Antonio Brufau y el director ejecutivo de Desarrollo y Producción de Upstream Repsol, Luis Cabra en la reunión de este lunes en Madrid.

Debate del Estado de la Nación de 2013. Resolución número 13. Modelo Energético. Punto 2: “Estudiar, en relación con la exploración de petróleo y otros hidrocarburos en territorio nacional, incluidas sus aguas territoriales, las modificaciones tributarias necesarias para gravar la actividad de extracción de crudo. La implantación del tributo estará condicionada a que el volumen extraído represente un porcentaje relevante respecto de la demanda nacional de crudo, y su recaudación, a través del sistema de financiación autonómico, se podrá destinar a financiar a aquellas Comunidades Autónomas y Entidades Locales de la región en donde se produzca la extracción”. Fin de la cita. Esto es lo que más se aproxima a un texto legal que permita al Gobierno de España transferir a Canarias una parte de los tributos que pudiera generar Repsol de sus eventuales explotaciones petrolíferas en aguas del Archipiélago. Porque, si se fijan bien, ya son aguas del Archipiélago después de que estos últimos años hayan sido aguas soberanas españolas, y la presencia de Canarias un accidente geográfico más, como el paso por la isla de El Hierro del Meridiano de Greenwich. Sí, lo han captado: estamos ante momentos muy comprometidos, casi diríamos que desesperados, por mucho que sobre el papel, sobre el expediente administrativo, todo parezca que camina con el viento a favor del ministro de Industria, José Manuel Soria, y su compadre petrolero, Antonio Brufau, presidente de Repsol. El problema se ha complicado y ya corre por algunos despachos políticos y empresariales como un volador sin rabo. La fuerte contestación institucional y ciudadana contra las prospecciones y el mal aspecto que tiene el expediente ante sus inminentes meneos judiciales y administrativos, han aconsejado al ministro y a su compadre a mover ficha a la desesperada. Y cuando Soria actúa a la desesperada, comete errores muy graves. El de anunciar una financiación específica para Canarias es uno de ellos. Entre otras cosas porque, con muy elegantes palabros, le han dicho que se la meta por donde le quepa. Llega tarde y llega mal, como siempre.

Ya son aguas canarias, qué bien

De repente se ha atenuado el desprecio con el que Soria se ha venido refiriendo a Canarias en todo lo que ha tenido que ver con esta polémica del petróleo. Ahora nos remite a una resolución del último debate del Estado de la Nación en el que se habla textualmente de “Comunidades Autónomas y Entidades Locales de la región en donde se produzca la extracción”; ya no hablamos de aguas territoriales españolas cercanas a Canarias, sino de extracciones en Canarias. La cosa empieza a tener otro color. Y ya habla el señor ministro de unas compensaciones fiscales de las que antes se negaba a hablar. Y se atreve incluso a cifrarlas en una horquilla de entre 300 y 400 millones de euros al año, lo que hace pensar que ya conoce las estimaciones de Repsol, unos 130.000 barriles al día (casi 50 millones al año). No sabe cuándo empezarán las prospecciones, pero Soria ya sabe lo que va a extraerse cuando empiece el proceso de explotación. ¿Fue pensada para Canarias esa resolución en el Congreso de los Diputados? Todo hace pensar que sí porque, si se fijan bien, habla de que el tributo en cuestión estaría condicionado “a que el volumen extraído represente un porcentaje relevante respecto de la demanda nacional de crudo”, ni escrito por Repsol resultaría tan ventajoso para la compañía. Porque si no se añadiera esa coletilla, ¿se imaginan cómo se pondría la Generalitat Catalana al conocer que ha estado durante décadas soportando las explotaciones de Repsol en Tarragona sin ver un puñetero euro de compensación fiscal directa que ahora a Canarias se la ofrece de manera tan dadivosa? En Tarragona, ya saben, la producción es de unos 8.000 barriles al día y gravar a la compañía de Brufau sería una auténtica maldad. Pero, así las cosas, estamos exclusivamente ante una resolución parlamentaria, habitualmente despreciadas por el Gobierno, que sirven para que un ministro se eche un poco de lustre y poco más. Porque ese gravamen, de en torno al 8%, ni está en la Ley de Hidrocarburos ni en el sistema de financiación autonómico; ni hay más concreción que esa que le ofrecemos extraída del Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados.

¿Meterse en cuestiones de las empresas?

Ya saben que Soria es el rey del sofisma, el político en ejercicio que mejor solemniza las boberías y las mentiras. Sabe que el público y los periodistas, por lo general, le compran el crecepelo sin mucha discusión porque a su habilidad para la comunicación une siempre un lanzamiento masivo de confeti y encendido de guirnaldas en forma de apabullantes datos que dan la apariencia de que lo que dice solo se lo puede refutar, y con dificultades, un premio Nobel de economía. Este lunes, en el Foro de Prensa Ibérica, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria, dijo muchas más cosas, algunas referidas al petróleo y otras no tanto. Por acabar con el primero de estos asuntos, observen cómo recriminó a su ex socio Paulino Rivero que se haya atrevido a pedir cita a Brufau y a los directivos de Sacyr y Caixabank (socios de Repsol) para pedirles que aplacen las prospecciones hasta después de la consulta popular no vinculante (pero sí provocona) que planea celebrar este otoño. El reproche es de mear y no echar gota: “injerencia” llamó a esas reuniones riverianas. Se nos haría de día y de nuevo de noche relatando en esta sección la cantidad de “injerencias” de Soria que nos vienen a la memoria. Por ejemplo, aquella de 2009, cuando se plantificó en el despacho de Antonio Brufau siendo por entonces vicepresidente del Gobierno de Canarias, sin competencias en materia energética y sin que jamás hayamos sabido el motivo de la visita. Sí sabemos, sin embargo, que tres años después, ya como ministro, desempolvó las autorizaciones a la petrolera que el Gobierno de Zapatero había congelado ante el rechazo detectado en las instituciones canarias. “Injerencia” también pudo haber sido su intervención directa en el concurso eólico, de la que nuestros lectores conocen los más sandungueros pormenores; o en la tramitación de la urbanización Anfi Tauro; o cuando le dijo a un famoso empresario grancanario que si recurría un concurso absolutamente podrido (el de las membranas de Isolux) no iba a trabajar más en la isla. Ésas sí fueron injerencias porque, en ningún caso, Soria defendía el interés general.

Que lo aparten, que es un peligro

En este contexto tan interesante, con agosto al caer, va Paulino Rivero y se reúne con Antonio Brufau 24 horas antes de que el presidente de Repsol se plantifique en Las Palmas de Gran Canaria a calmar los ánimos. La reunión se celebraba el mismo día en que Cotizalia publicaba que la cotización de la petrolera ha caído a los niveles de marzo precisamente por la sismicidad bursátil provocada por el conflicto abierto en Canarias. Rivero podía entrar a matar directamente a sabiendas de que en cualquiera de los escenarios resultantes sería el ganador. Si Brufau le decía que no paralizaría nada, la guerra se recrudecería. Si le decía que cedía a la presión institucional, ¡bingo! Seguramente no contaba con una de las variables más explotables de todas: oye, Paulino, que a Repsol nos interesa mucho este negocio, pero no nos gusta ir contra las instituciones ni contra la población en los lugares donde operamos. Lo de Canarias no es estratégico para nosotros, pero es que este ministro nos achucha para que no aflojemos un punto. De una reunión de la que poco cabía esperar, Rivero ha sacado petróleo. La confirmación que le faltaba de que Repsol se desinfla ante la magnitud de la contestación pero que sigue adelante por la presión que ejerce el ministro canario es una auténtica veta política a explotar. Y el presidente canario tardó unos pocos minutos, muy pocos, en explotarla. Por su cabeza desfilaron de modo meteórico aquellos acontecimientos de la última legislatura que compartió con José Manuel Soria, cuando le retiró todas las competencias en el caso Tebeto por lo mismo, por su desmesurado interés por que el empresario propietario de Canteras Cabo Verde se llevara 103 millones de euros de indemnización sin mover ni una sola piedra en la montaña majorera. Y cuando vio los micrófonos lo soltó: “que Rajoy aparte a Soria de este expediente porque se le va de las manos”.

Soria y Rivero coinciden en el Oasis

“Ninguna administración le dice a un empresario lo que tiene que hacer” fue otra de las joyas sorianas en lo poco que va de semana. Pero el sofisma no fue pronunciado en relación a Repsol, sino en relación a Riu, la otra empresa por la que el ministro de Industria y Turismo se rompe la cara ma non troppo. Desgraciadamente para Paulino Rivero, en el asunto del Oasis de Maspalomas tendrá que cargar con el sambenito de opinar lo mismo que su enemigo íntimo, que defiende que lo mejor es que los mallorquines se lleven el palmeral por delante y a otra cosa, mariposa. Tanto en el caso de Repsol, que va a explotar una cuadrículas mineras gracias a una concesión administrativa pública, como en el caso de Riu, que va a levantar un hotel en una zona sobre la que pesan afecciones ambientales, intereses estratégicos y hasta un eventual BIC por motivos históricos y naturales, estamos ante empresas que tienen unos derechos pero que han de regirse (y parece mentira que lo tengamos que recordar) por unas reglas del juego que limitan tímidamente que esto no sea una selva donde gana el que más poder y dinero tiene. Claro que tiene que haber injerencias en las actividades de las empresas. Como las hay en muchos aspectos en las actividades de las personas físicas. Hasta ahí podíamos llegar con el sofista este.

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