Debemos insistir en que el escrito del letrado Eduardo Mendoza, de fecha 21 de septiembre pasado, debe estudiarse en las facultades de Derecho puesto en relación con el auto notificado esta semana a las partes. De este modo puede quedar fijado en el conocimiento de los futuros letrados la manera inapropiada de pretender endilgar a los acusadores, a la fiscalía y a la juez los males que aquejan a un condenado por conformidad. Y no es que el señor Mendoza sostenga que la sentencia es injusta, que ha habido indefensión o juicio sin garantías, lo que viene a decir es que los hechos por los que se le condenan no fueron como se han querido interpretar y, de remate, que no le gusta cómo está redactada la sentencia. Y para que no faltara de nada, va el ilustre letrado y mete por medio una “torticera explotación publicitaria” mediante la intervención de un periodista “afecto”, en concreto a un periodista de Canarias7, al que termina acusando de estar conchabado con la ex esposa del Zorro Plateado, Josefina Navarrete, con el muy innoble propósito de, sentencia en mano, deteriorar la imagen de esa alma cándida que hasta se ha quitado el bigote para ser más cándida todavía. Por ello, la parte condenada llega a solicitar a la juez de Violencia contra la Mujer que suprima de la sentencia la obligatoriedad del reo a someterse a un programa de educación para hombres maltratadores, dado que, en todo caso, cabrían cursos para controlar “su irascibilidad y labilidad” (condición de lábil, inestable, un calentón, vamos). La juez despacha las excentricidades de la parte condenada con un expeditivo auto de dos folios en los que explica algunos preceptos jurídicos que mejor es aprender en primero de Derecho: los cursos para maltratadores van en el lote por imperativo legal; todo hombre que cometa un delito violento de cualquier naturaleza contra su pareja o ex pareja, comete un delito de los llamados de violencia de género; y tercero, el condenado fue suficientemente informado de todo aquello con lo que se conformó, y para colmo, en presencia de su abogado. Ahora, a esperar otra majadería.