El juez Ruz tendrá que seguir investigando y, si puede, encontrar alguna otra prueba que permita alimentar esa enorme pendejada montada por el Partido Popular y la prensa del tea party en torno al presunto chivatazo del bar Faisán de Irún, esa famosa operación que acabó con la detención de todos los supuestos beneficiados por el hecho punible investigado con tan escandaloso éxito. Las redacciones de la caverna mediática ardían de desesperación la tarde de este jueves. Los redactores jefe y los directores buscaban una alcayata de la que asirse para continuar erre que erre con la matraquilla de que Rubalcaba, Antonio Camacho y el lucerito del alba habrían de ser detenidos y hábilmente torturados para que acaben confesando de una puñetera vez que ellos son en realidad terroristas de ETA camuflados como socialistas de toda la vida. “El chivatazo existió”, clamaba en las redes sociales un desesperado redactor de El Mundo para convencer a sus incondicionales que todavía hay caso. “Tienen que llamar a declarar a Camacho”, reclamaba otra periodista hooligang de la causa seguramente antes de leerse el taxativo comunicado de la Audiencia Nacional: se revoca el auto de procesamiento de los tres policías porque no hay pruebas de colaboración con banda armada. Lo lógico, por su propio peso.