Se esconden la mayoría de los responsables orgánicos del PSC, con Julio Cruz a la cabeza, para explicar menudo lo que está pasando en El Hierro tras la crisis provocada por los cinco consejeros del Cabildo que censuraron, en amor y compaña del PP, a la ex presidenta Belén Allende. Mascan la indisciplina en silencio, en la intimidad de sus despachos, haciendo las cuentas de lo que pudiera o pudiese venirse encima si a algún que otro dirigente de alguna que otra isla tuviera o tuviese la ocurrencia de seguir el ejemplo herreño y ahí se las den todas. La expulsión instantánea de Alpidio Armas y los suyos ha sido una vacuna que teóricamente ha de evitar otros contagios, tanto en La Palma como en la más alejada Fuerteventura, que de todo ha habido tras el pacto regional entre socialistas y nacionalistas, a ver si se iban a creer ustedes que la conmoción ha sido aislada. Pese a lo que pudiera parecer y a la aparente raigambre de Armas con la militancia herreña, en el PSC se le considera un recién llegado, alguien querido y admirado pero sin el suficiente pedigrí como para admitir que esas cosas se pagan caras en un partido centenario y tan disciplinado como el PSOE. Por lo tanto, lo incorporan a beneficio de inventario y se disponen a reconstruir el PSC desde cero con otro líder apañadito una vez pase esta tormenta perfecta.