Lo malo de escupir para arriba (¡arriba de ellos!) es lo que tiene de inapelable la ley de la gravedad. Que alguien como el senador de nuestra historia acuse a cualquier otro ser humano (sic) de estar al servicio de un lobby urbanístico y/o inmobiliario constituye todo un insulto a la inteligencia de los que saben cómo se han financiado hasta ahora sus campañas electorales y otras necesidades perentorias. Y cómo se financiarán nuevamente cuando haya tiempo o lugar. En su partido flipan con esas campañas tan personales e independientes que se marca, con su propia financiación, su propio jefe de gabinete y su estrategia singular, y se preguntan si algún día sería posible conocer cuáles son los compromisos que se adquieren para que todo funcione así. Es de dominio público (marítimo y terrestre) el nombre del empresario que llegó a pagarle al personal de su confianza durante años. Y es del sector inmobiliario (marítimo y terrestre), lo que no tiene por qué significar nada especialmente malo. ¿O sí?